Una vez más la avaricia, la vanidad y la insensatez cobran la vida de una especie inocente, la cual era vista como una solución milagrosa a los problemas económicos de unos y estéticos de otros, y ahora la opinión pública lo presentan como una plaga que sólo puede controlarse con el exterminio.
El llamado el caracol gigante (Achatina Fulica) de origen africano, penetró sin controles en territorio americano para ser comercializado por sus “bondades curativas”, pero la multiplicación de este molusco de manera ambiciosa y desmesurada lo convirtió con el correr de los años en un gravísimo problema de salud pública.
Desde septiembre de 2011 en el sur de Florida, en Estados Unidos, los departamentos de agricultura movilizaron agentes para luchar contra los caracoles.
La comisión de epidemiología de la Red de Sociedades Científicas Médicas de Venezuela (Rscmv) emitió en junio de 2011 un alerta en el que señalaban la importancia de tomar acciones sanitarias por la presencia del caracol africano, que según indican "es una plaga introducida en Venezuela hace 15 años y representa un potencial riesgo de salud en humanos.
En aquella oportunidad recomendaron que la dirección de Control de Vectores Reservorios y Fauna Nociva, dependiente de la dirección de Salud Ambiental del Ministerio de Salud, asumiera el desarrollo de un programa de vigilancia y control del molusco, sin romper el equilibrio ecológico.
En 2012 un grupo de Salud Ambiental de Colombia informó que las autoridades sanitarias y ambientales ya están en alerta. También los equipos del Ministerio de Salud y personal del área de control de Vectores provinciales y municipales de Argentina se trasladaron a la población de Puerto Iguazú para recolectar ejemplares del caracol y estiman que llegaron al país hace dos años, lo que ha representado un importante daño a zonas con cosechas y cultivos.
En todos estos países recomiendan a la población que incineren los caracoles antes de echarlos a la basura, ya que este animal de fácil reproducción y no puede ser solamente recogido por las instituciones del Estado, sino que también “se necesita de la participación de todos”.
En definitiva, la única solución que ven las autoridades es exterminarlo, cuando este problema se hubiera resuelto hace muchos años atrás impidiendo su comercialización y prohibiendo el consumo de productos cosméticos a base de secreciones del mismo.
Pero el caracol africano no es la única víctima, la alarma pública es tal que las personas están exterminando Guácaras, inofensivos caracoles autóctonos que no representan ninguna amenaza pero que tienen gran parecido con los africanos.
No es un tema Nuevo
El doctor Carlos Basanta, reconocido especialista en Salud Pública, afirmó a través de su blog que el tema del caracol Africano no es nuevo, ya desde 1993 las autoridades están en conocimiento de la presencia del caracol, el cual no apareció de la nada; lo trajeron para comercializarlo como mascota, debido a su gran tamaño, utilizar su carne y últimamente su baba como cosmético. Aprovechando los pocos controles sanitarios que en este sentido se tienen y que permite que cualquier cosa importada, alimentos y medicamentos los vendan en cualquier lado, sin ningún permiso, poniendo en riesgo la salud de la Población.
Basanta explica que se trata del molusco terrestre más grande del mundo, originario de la costa este de África, y puede medir entre 10 y 30 centímetros de largo. De hábitos nocturnos, aunque en época lluviosa, puede verse de día, es vegetariano se alimenta de plantas; de las hojas, tallo e incluso los frutos, además tiene la capacidad de adaptar su dieta a cualquier medio, por lo cual se puede alimentar de desperdicios y excrementos de animales potencialmente contaminantes.
Tiene una altísima tasa de reproducción durante todo el año, sobremanera en época de invierno, pudiendo poner entre 100 a 1200 huevos, tiene la capacidad de Hibernar encerrado en su cáscara por tiempo prolongado y salir cuando las condiciones de humedad le sean propicias y para asegurar la supervivencia de sus huevos puede enterrarlos hasta una profundidad de 30 centímetros.
Víctimas de la vanidad
En un reportaje de Pedro Burruezo (Redactor en Jefe de “The Ecologist”) se desmienten las mentiras publicitarias con las que son engañados los consumidores de productos cosméticos, como por ejemplo las babas de caracol.
Las cremas a base de babas de caracol se anuncian como productos milagrosos. En televisión y revistas aparecen actores con batas médicas asegurando que eliminan las arrugas.
Dermatólogos de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) ha señalado hasta la saciedad que estas afirmaciones son exageradas. "Tales beneficios no pueden producirse sólo con la administración de una crema", señala Elia Roo, coordinadora de la Unidad de Estética del Hospital Sur de Alcorcón (Madrid). Y añade: "Puede ser un buen producto hidratante y atenuar las arrugas precisamente por dicha propiedad, pero no las elimina. Tampoco consigue hacer desaparecer las estrías ni las cicatrices completamente; es imposible".
La baba de caracol contiene alantonina, una sustancia activa natural empleada desde hace siglos para favorecer la cicatrización, por ejemplo. Pero la baba de caracol no es milagrosa.
Estos productos se obtienen haciendo sufrir a los animales y, por tanto, su consumo no es lícito. En realidad, no es la baba del caracol lo que crea la sustancia supuestamente regeneradora, sino la secreción del caracol, que se obtiene mediante un proceso que conlleva un cierto sufrimiento para el animal, además de su confinamiento, claro. Si estas secreciones no producen efectos demostrados que vayan más allá de los que consiguen cremas hidratantes que no causan sufrimiento, ¿para qué hacer sufrir a estos graciosos animales?
El Consumo Ético siempre será la mejor vía
La alerta pública sobre la población de caracoles africanos nos debe llevar a una reflexión. No podemos como consumidores ser constantemente atraídos por anuncios de productos que nos ofrecen milagros y mucho menos aquellos que implícitamente traen consigo el sufrimiento o explotación de animales, como por ejemplo la bilis de oso, la aleta de tiburón, el veneno de serpiente (utilizada como botox), placenta de oveja, ojos de res, y un largo etcétera que no sólo no tienen demostración científica sino que además traen consigo grandes problemas ambientales y sanitarios.
Por Jeany Nova
Twitter: @jeanyn