Existe en nuestra sociedad una percepción predominante de la necesidad de la experimentación con animales para desarrollar vacunas, remedios y tratamientos para las enfermedades humanas. Los proponentes preguntan ¿qué pasará con la investigación sobre el SIDA, el cáncer y las enfermedades de corazón, por ejemplo, si se acaba completamente con la investigación animal? ¿Se acabará también el progreso en el desarrollo de tratamientos y remedios para estas enfermedades?

Hay un movimiento creciente de profesionales de la salud, entre ellos médicos y cientí­ficos, y de ciudadanos educados que se oponen a la experimentación con animales por razones especí­ficamente médicas y cientí­ficas. Afirman que la investigación con animales está basada en una idea falsa: que los resultados obtenidos de animales no humanos se puedean aplicar al cuerpo humano. Las reacciones de los animales a los drogas, las vacunas y los experimentos no sólo difieren de las de los seres humanos, sino que difieren de especie a especie. No tener en cuenta esta diferencia profunda ha sido y sique siendo muy costoso para la salud humana.

El ejemplo más infame de los peligros de los experimentos con animales es la tragedia de la Talidomida de los años 60 y 70. La Talidomida apareció en el mercado al final de los años 50 en Alemania, después de ensayos realizados en miles de animales para comprobar su seguridad. Fue vendida como un sedante para las mujeres embarazados o lactantes con la garantí­a de que no le hací­a daño ni a la madre ni al bebé. Pero a pesar de las pruebas de seguridad, por lo menos 10,000 niños de madres que tomaron la Talidomida nacieron con deformidades severas.

"He estudiado la cuestión de la vivisección durate 35 años y estoy convencido de que los experimentos con animales estan apartando cada vez más a la medicina de la cura real del paciente. No conozco ninguna instancia de un experimento con animales que haya sido necesario para el avance de la ciencia medica, ni mucho menos un experimento con animales que pueda ser necesario para salvar una vida humana". - H. Fergie Woods, M.D. 

El Clioquinol es otro ejemplo de una droga cuya seguridad fue probada en los animales y que resultó tener un impacto muy negativo en los seres humanos. La droga, fabricada en los años 70, fue vendida como un remedio seguro para la diarrea. El Clioquinol no solamente no funcionó contra la diarrea, como se prometió a los pacientes, sino que de hecho acentuó los sí­ntomas. A causa de la dispensa del Clioquinol al público, 30,000 de personas se quedaron ciegos y/o paralí­ticos y miles más murieron.

¿Son estos dos ejemplos simplemente casos aislados? Aunque los productos faracéuticos son probados rutinariamente en los animales, el Journal of the American Medical Association asegura que 100,000 pacientes por año mueren a causa de medicamentos recetados y que más de dos millones son hospitalizados con complicaciones muy serias a causa de los mismos. El British Medical Journal reveló que cuatro de cada diez pacientes que toman un medicamento recetado sufrirán efectos secundarios perceptibles o severos. Además, numerosos observadores clí­nicos concuerdan en que la incidencia de la iatrogénesis (la enfermedad causada por los médicos) es tan prevaleciente que aproximadamente uno de cada diez camas de hospital está ocupada por un paciente enfermado por su médico.

¿Y los avances importantes en la salud humana derivados de la investigación con animales? La industria de la investigación cita muchos ejemplos de tratamientos y remedios descubiertos gracias a los animales. Sostiene que si se suspendiera la investigación con animales, serí­a a costa de la salud y la vida humana.

Los grupos de la industria, por ejemplo los Americans for Medical Progress atribuyen a la experimentación con animales adelantos tales como el desarrollo de la vacuna contra la polio, la anestesia y el descubrimiento de la insulina, entre otros. Pero un escrutinio de la historia médica refuta claramente estas afirmaciones.

A dos investigadores, Jonas Salk y Albert Sabin, se les atribuye el mérito de haber desarrollado vacunas para combatir la polio. Persiste todaví­a en la industria médica una disputa sobre la manera en que ocurrió el desarollo de la vacuna e incluso sobre su papel en la conquista del virus.

El Dr. John Enders, el Dr. Thomas H. Weller y el Dr. Frederick C. Robbins ganaron el Premio nobel en 1954 por haber probado por primera vez que es posible cultivar el virus de la polio en el laboratorio en cultivos de tejido humano. Estos investigadores se detuvieron justo antes de llegar a crear la vacuna que fue usada por el público.

En la misma época en que Enders, Weller y Robbins ganaron el Premio Nobel, Sabin y Salk empezaron a usar células de los riñones de los monos para producir vacunas a pesar de la existencia de mejores alternativas. En ese entonces nadie sabí­a que los virus presentes en los riñones de los monos provocan cáncer en los seres humanos.

La afirmación de que la vacuna para la polio fuera desarrollada por el uso de la investigación con animales es engañosa. Además, el efecto de las vacunas es dudoso y existe una amplia evidencia  de sus efectos dañinos. En su libro Monkey Wars (1994), Deborah Blum observó que "A finales de los años ochenta, unos cientí­ficos que examinaron los casos de 59,000 mujeres embarazadas que recibieron la vacuna de Salk para la polio, descubrieron que los hijos de estas mujeres tení­an una incidencia de tumores cerebrales trece veces mayor que la de los niños no vacunados". Muchos historiadores creen que la mengua de la polio, como de muchas otras epidemias del pasado, fue debida a factores como una higiene mejor y no a la vacuna.

"No hay alternativas a la experimentación con animales, ya que solo se podrí­a hablar de alternativas si ellas reemplazaran por algo de valor equivalente, mientras que no hay nada tan inútil, engañoso y dañino como la experimentación con animales". - Prof. Pietro Croce, M.D

La anestesia quirúrgica fue descubierta cuando Crawford Williamson Long observó los efectos del éter en los seres humanos durante las "fiestas de éter". A mediados del siglo XIX, una forma popular de entretenimiento era la inhalación del éter. Long vio que después de inhalarlo, el individuo parecí­a invulnerable al dolor, y sacó provecho de esta observación inventando un uso práctico en la cirugí­a. Así­ que el descubrimiento de la anestesia, como muchos otros descubrimientos, resultó de la observación crí­tica de los seres humanos.

En el siglo pasado, como resultado de las conclusiones extraí­das de la investigación con animales de Claude Bernard, se creí­a que la diabetes era causada por el daño al hí­gado. No obstante, en 1788 Thomas Crawley habí­a establecido la relación entre el dano al pancreas y la diabetes mediante autopsias en personas diabéticas.

Más tarde, el Dr. M. Barron concluyó, después de estudiar el pancreas humano, que el daño a los Islotes de Langerhans causa la diabetes, y que serí­a posible derivar la insulina de un extracto de ellos. Posteriormente, en 1920, y graicas a esta información, Frederick Banting creó el primer extracto que contení­a la insulina.

La investigación con animales no surte efecto en la lucha contra el cáncer. En realidad, está desviando los recursos de una investigación eficaz y de la solución más obvia: la prevención. Según el Instituto Nacional del Cáncer, un 80% de todos los cánceres son evitables. La observación clinica y los estudios epidemiológicos demuestran que las principales causas del cáncer son las dietas con mucha grasa, el tabaco, la contaminación ambiental y otros factores del modo de vida.

"De hecho, mientras que los experimentos contradictoros con animales muchas veces han demorado e impedido el progreso en la guerra contra el cáncer, nunca han producido ni un solo avance sustancial ni en la prevención ni en el tratamiento del cáncer humano". -Dr. Irwin Bross, director de Roswell Park Memorial

Los animales no son buenos modelos del cáncer humano por varias razones fundamentales. Los animales y los seres humanos no sufren las mismas enfermedades. La investigación con animales se enfoca en la inducción artificial de los sí­ntomas del cáncer humano para intentar luego curar esos sí­ntomas. Las drogas experimentales y los tratamientos identificados como eficaces en los modelos animales no funcionarán necesariamente en los seres humanos. Moneim A. Fadali, M.D., en su libro Animal Experimentation: A Harvest of Shame asegura que "A pesar de haberse probado en animales de laboratorio más de medio millón de compuestos como agentes anti-cáncer entre 1970 y 1995, sólo 80 compuestos llegaron a las pruebas clí­nicas en seres humanos. De éstos, sólo 24 resultaron tener alguna actividad anti-cáncer y sólo 12 parecieron prometer "un papel clí­nico substancial". De hecho, estos agentes activos supuestamente nuevos no eran tan nuevos: son análogos a agentes quimioterapéuticos ya conocidos como eficaces en los seres humanos."

Después de haber gastado miles de millones de dólares, incontables animales, y más de treinta años en la guerra contra el cáncer, deberí­amos tener resultados si la investigación con animales fuera válida. Por el contrario, la incidencia del cáncer sigue aumentando.

El progreso que se ha logrado en el studio del SIDA ha venido de estudios clí­nicos y de estudios in vitro (de cultivos de células). Sin embargo, los modelos animales todaví­a se usan, a pesar de que los animales no desarrollan el virus humano. El Dr. Ray Greek escribe sobre el SIDA : "Utilizar un método tan arcaico como los modelos animales para combatir una enfermedad del siglo 21 es más que bobo, es inmoral".

Evidentemente, para lograr el progreso médico, necesitamos probar otra ví­a. La medicina ya no puede basarse en la medicina veterinaria. Es fraudulento y peligroso aplicar datos de una especie a otra. Hay ejemplos sin fin de las diferencias entre los seres humanos y otros animales.

  1. PCP es un sedante para los chimpancés.
  2. La penicilina mata a los gatos y a los conejillos de Indias, pero ha salvado muchas vidas humanas.
  3. La morfina es un sedante para los seres humanos pero una estimulante para los gatos.
  4. El arsénico no es venenoso para las ratas, los ratones ni las ovejas.

Cuando la investigación animal sea abolida, la enorme cantidad del presupuesto federal que se gasta en ella (mucho más de cinco mil millones de dólares por año sólo para el Instituto Nacional de la Salud) podrí­a invertirse en la prevención y la investigación clí­nica que realmente tienen posibilidades de mejorar la salud humana.

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