El hecho de que el ser humano sea excepcional entre las especies de nuestro planeta parece ser indiscutible. Otros animales pueden utilizar herramientas, construir objetos y alterar el paisaje, pero de ninguna manera al nivel del ser humano. Que seamos o no únicos, a un nivel espiritual o epistemológico - tal y como la civilización humana ha dado por hecho durante mucho tiempo - parece estar en duda cada vez más. Una medida paradójica de la notable extensión de la consciencia humana, podría quizá encontrarse en el hecho de que somos capaces de plantearnos dicha cuestión.
Nuestra relación con los otros animales con los que compartimos el planeta está cambiando rápidamente en siglo XXI, quizá más rápido de lo que nos damos cuenta o de lo que podemos controlar. Wayne Pacelle, presidente de la Humane Society de los Estados Unidos y una especie de pararrayos en el mundo de los derechos de los animales (término que él evita escrupulosamente), se refiere a este punto en el inicio de su nuevo libro (que resulta al mismo tiempo estimulante y exasperante), "The Humane Economy: How Innovators and Enlightened Consumers are Transforming the Lives of Animals". Cada vez más la conducta del consumidor se basa en una preocupación por el bienestar animal y en la creciente conciencia acerca de prácticas inhumanas, argumenta Pacelle, desde los espectáculos con orcas en SeaWorld (actualmente inactivos), hasta las jaulas de gestación utilizadas por criadores de cerdos.
Al mismo tiempo, la economía de consumo occidental se mueve gracias a la explotación animal a una escala anteriormente inimaginable, lo que ha convertido la carne, huevos, leche y otros productos de origen animal en un producto accesible para casi todo el mundo. La producción de carne de cerdo en Estados Unidos en 2012 tenía un valor de negocio de unos 22.000,5 millones de dólares (año más reciente del que he podido encontrar cifras oficiales), lo que representa aproximadamente 113 millones de cerdos sacrificados solamente en ese año. Más de 9.000 millones de pollos son asesinados para alimentación en Norte América cada año, una cifra significativamente superior a la población humana del planeta. Hasta hace muy poco lo único que la mayoría sabíamos sobre la producción de carne era que no queríamos verla de cerca. Pero una conciencia pública cada vez mayor de que "los animales importan", utilizando la cita intencionadamente vaga de Pacelle, quiere decir que "toda empresa con un negocio basado en dañar a los animales hoy en día está al borde del abismo".
Un cambio a otro nivel es el que ha imaginado Steven Wise, abogado y veterano activista por los derechos de los animales, en un nuevo y fascinante documental de HBO llamado "Unlocking the Cage". Durante muchos años Wise ha sido descrito bien como un excéntrico encantador o como un chiflado peligroso por argumentar que en circunstancias concretas determinados mamíferos con alta capacidad cognitiva podrían ser consideradas "personas" ante la ley, cuando empresas, barcos, ríos y otros objetos inanimados o imaginarios lo han sido en algunos momentos. Él mismo recuerda alegremente que sus estudiantes llegaron a ladrarle de camino a su clase como profesor de derecho de Harvard.
Pero Wise también se ha beneficiado de este cambio en la conciencia pública, opina Pacelle; como el viejo abogado comenta en la película, él fue arrastrado al convencionalismo sin darse cuenta. El año pasado Wise y su organización, the Nonhuman Rights Project, persuadieron a un juez de Nueva York para que emitiese un fallo histórico que sugiere, aunque con indecisión, que un chimpancé cautivo llamado Tommy podría tener los mismos derechos básicos de hecho de habeas corpus. En otras palabras, como ser que siente, es consciente y autónomo (aunque no un ser humano), Tommy tendría derecho a una audiencia sobre la legalidad de su encarcelamiento. Por motivos de procedimiento y precedente, Tommy no fue liberado y su propietario le trasladó a otro estado posteriormente. Sin embargo el efecto de expansión de dicho fallo se sentirá en el futuro. Un juez en Argentina ya ha llegado a una conclusión similar respecto a un orangután en cautividad.
Pacelle y Wise representan alas dispares en los derechos de los animales y / o movimientos por el bienestar animal, y sus diferencias llegan desde aproximaciones pragmáticas hasta cuestiones fundamentales de filosofía. No obstante, ellos estarían prudentemente de acuerdo (o al menos yo creo que lo estarían) en que ambos se encuentran en el mismo lado cuando se trata del largo arco de la historia y nuestro rápido cambio de conciencia respecto a los animales. Como sugerí previamente, no pillarás a Pacelle diciendo que los animales tienen derechos en absoluto, ni siquiera desafiando el principio legal imperante de que los animales pueden ser únicamente objetos o propiedad, cosas en lugar de personas.
Para la Humane Society, con su enfoque dirigido casi exclusivamente al comportamiento de la economía humana, estas cuestiones son irrelevantes y provocan desencuentros. Pacelle rechaza “ideas desacreditadas acerca del objeto de la existencia de los animales para cualquier uso que los humanos hayan inventado”, pero nunca especifica qué nuevas ideas sobre el objeto de la existencia de los animales, o sobre identidad animal, podrían reemplazar a las anteriores. Él claramente cree que tenemos una obligación moral de evitar “la crueldad calculada” y el daño innecesario, pero en su libro es un tema secundario y carente de fuerza. Pacelle argumenta que no son el activismo ni la defensa de los animales los que están dirigiendo la transición a una “economía humana” y a un nuevo entendimiento social de nuestra relación con los animales que confinamos o consumimos.
Resulta casi divertido encontrar esta situación en el entorno ideológico ultra candente de las elecciones del 2016, pero Pacelle es un verdadero evangelista del capitalismo. Su mayor agente de cambio es nada menos que la famosa “mano invisible” de Adam Smith de la oferta y la demanda en los mercados, y básicamente los intereses propios liberales de empresarios, inversores, ejecutivos corporativos y otros accionistas económicos. (Es imposible no acabar teniendo una conversación de economía académica después de leer este libro). Seamos justos, Pacelle ha logrado cosas extraordinarias con este enfoque carente de controversia y amable con la economía, y cualquier persona que se preocupe por la vida y muerte de los animales debería estar agradecido de que él esté ahí.
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