Empezamos con reunión de trabajo y logística dos horas antes de la salida del bus, que estaba prevista para las 23h del lunes día 04 de julio. Un equipo de trabajo y producción compuesto por seis maravillosas y comprometidas personas que me integraron este año como un séptimo elemento de apoyo en la coordinación del grupo de activistas. El objetivo: realizar un evento mediático de protesta por la dignidad, los derechos y la muerte de los toros que se sacrificarán este año durante las fiestas de San Fermín.
Al rato empezaron a llegar los primeros activistas que iban a participar en la performance de Pamplona. El lugar de encuentro era el local de la sede de AnimaNaturalis en España. Desde Barcelona salimos en un autobús unas cuarenta personas, incluidos activistas de PETA residentes en la ciudad condal pero con procedencia de diversos países: Australia, Inglaterra, Irlanda...
Un autobús cargado de gente joven y empática, dispuestos a dar voz a aquellos que no tienen y con un corazón que late lleno de amor por todos los seres vivos, humanos o animales.
Pasaron las primeras horas en el bus. Mientras avanzábamos en la oscuridad de la carretera miraba la cantidad de estrellas que brillaban allá afuera, en lo alto. Quizá cada una de ellas era el alma de un animal que velaba para que llegásemos sanos y salvos a nuestro destino y pudiésemos seguir luchando por la liberación y libertad que ellos no pudieron disfrutar en vida.
A las 03:20 de la madrugada del día 05 de julio parábamos en la estación Delicias de Zaragoza para recoger a cinco compañeros más.
Por fin Entrábamos en Pamplona cuando la ciudad aún estaba dormida. Somnolientos y con ilusión. Todavía faltaban algunas horas para el acto final, pero los nervios ya se hacían visibles, en forma de risilla fácil o silencio sepulcral, según la personalidad de cada uno.
Tomamos un café, dos...y por fin a las 09:00 de la mañana ya estábamos casi todos en el lugar de encuentro. Había muchas caras. Algunas conocidas, pero para mí el noventa por ciento desconocidas. Se les empezó a explicar el procedimiento de la performance a los activistas reunidos. Y, ante nuestro asombro, continuaba llegando gente dispuesta a participar en este simbólico acto. De PETA vinieron once, la mayoría de ellas de fuera de España. A Patri de vez en cuando se le entrecortaba la respiración, pero era de felicidad, orgullosa de que tanta gente esté dispuesta a ser la voz de los animales. Por fin los activistas comenzaron a cambiarse y prepararse para la acción. La gente que se encargó del guardarropa tuvieron entonces un pico importante de trabajo, encargándose de guardar alfabéticamente las mochilas y pertenencias de cada uno.
Cuando ya se acercaba la hora de irnos hacia la Plaza del Ayuntamiento, comenzaron los primeros imprevistos. Los compañeros que ya tenían todo listo allí nos comunicaban que la policía les pedía revisión de permisos.
Todo iba más lento de lo esperado en la preparación de la Plaza del Ayuntamiento. Los activistas convocados comenzaban a impacientarse y todavía tardamos una hora más en poder conducirlos hasta allí. Patri y yo no parábamos de repetir la escenificación de la actuación y la manera de sincronización de la misma, a la vez que contestábamos las últimas dudas y atendíamos a los últimos activistas en sumarse al grupo. Y así seguíamos, tratando de mantener la calma y pendientes del teléfono esperando el ok final para subir camino del escenario. Llegó por fin la luz verde y subimos hacia el Ayuntamiento en dos grupos: primero Patri con los chicos y chicas del front de la performance y unos metros más atrás yo misma guiando al grupo dos, compuesto por más de setenta activistas. Por el camino la gente nos miraba, sacaban fotos, se preguntaban qué sería lo que iríamos hacer y también algunos nos increparon: “¿De qué pueblo venís? Que venís aquí y queréis prohibir nuestras tradiciones. Si no os gusta no vengáis!”. No nos importaba en absoluto, estábamos convencidos de porqué lo hacíamos y allá al fondo ya intuíamos la plaza consistorial totalmente a rebosar. Los activistas dejaron sus chanclas con las voluntarias de guardarropa y empezaron a entrar de uno en uno para situarse en sus posiciones de acción. En la plaza se respiraba solemnidad y respeto. Respeto hacia los activistas que se atrevían a salir ahí al centro para dar voz a los cincuenta y cuatro toros que morirán este año durante los encierros de San Fermín. Una hora duró el acto. Una vez todos colocados, y todavía con las camisetas puestas, la imagen ya era bastante impactante. Patri comenzó dando las gracias a todos los asistentes, tanto a los que estaban participando en el acto como al público que llevaba un largo rato aguantando de pie hasta que dio comienzo.
Después empezó el discurso. Había tanta prensa y cámaras de todo tipo que impresionaba. No puedo ni imaginar cómo debía sentirse el ver esa imagen de la plaza desde dentro de la performance.
A la tercera repetición de “tau-ro-maquia abo-li-ción”, se dio señal a los activistas y comenzaron a derramarse la sangre en su propia cara y cuerpos. Los vi tan valientes. Exponerse mediáticamente de una manera tan vulnerable y hacerlo por los animales es una de las cosas más valientes que he presenciado jamás. A la vez que les acompañaba en su grito de guerra, noté que se me hacía un nudo en el estómago, escuché que el público congregado alrededor de la plaza también gritaba y no pude contener una lágrima de emoción al sentirme viviendo ese momento en directo y además formando parte de él. Esta vez sí, muy en serio, poniendo mi granito de arena por un mundo mejor para todos los animales, y también para las personas.
Fotógrafos profesionales y amateurs pedían más tiempo para poder tomar una imagen para el recuerdo. Cuando todo el mundo hubo terminado con sus instantáneas pudimos poner punto y final a un exitoso acto por unos san fermines sin sangre.
Pero la organización de un evento de dicha magnitud y alcance no termina cuando los activistas se han retirado del ‘escenario’, si no cuando queda recogido todo el material y se limpia el suelo de la sangre ficticia que lo ha teñido de rojo. Y es para eso que se necesita todo un equipo de logística para recoger y estar pendientes de activistas en el post evento.
Tras el cansancio y los nervios sufridos durante horas, la jornada terminó con un picnic vegano en un verde parque, disfrutando del agradable clima de la ciudad y conociéndonos mejor unos a otros. A través de nuestros smartphones comienzan a llegarnos las primeras noticias de la repercusión del evento a nivel nacional. Ha salido en todos los telediarios del mediodía. No podemos contener nuestra alegría y decidimos inmortalizar el momento con una foto del grupo al completo. Las más de cien personas que con nuestra dedicación hemos conseguido transmitir el mensaje de compasión hacia los toros.
Sólo siete horas más de autobús y estaremos de vuelta en casa, reventados pero seguros de que la abolición de la tauromaquia está hoy un poco más cerca que ayer.
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