Este texto es la traducción de la conferencia dada por el Dr. Tom Regan, profesor de la Universidad del Estado de Carolina del Norte, en el marco de la Conferencia Internacional sobre la Protección Legal de los Animales (CIPLAE) organizada por la Fundación Altarriba, Fundación FAADA y Trifolium.
Antes que nada agradecer la asistencia de todos los participantes. La presencia, fuerza, esperanza y compromiso que transmiten. Regreso a Estados Unidos lleno de “vitamina vigor”, como decimos allá.
Seguramente recordarán el caso de los gatos en China; cuando salió la campaña contra su cría y matanza para consumo humano todo el mundo quiso participar, detener este tipo de práctica. Mucha gente en China y Corea comparte nuestra visión y trata también de detener esto. La diferencia que yo veo es que los defensores de los animales extendemos al resto de los animales el sentimiento de respeto y compasión que se puede sentir por los gatos, en este caso. Queremos extender esos sentimientos y detener el abuso en las industrias que convierten animales en comida, en ropa, en divertimento, en herramientas. Queremos acabar con este tipo de negocios, terminar con esto. Somos abolicionistas, no regulacionistas.
La mayoría de nosotros no experimentó la conversión al movimiento de los derechos de los animales con rayos y truenos, como Pablo en el camino a Damasco, sino que ha sido un proceso gradual, paso a paso, y este camino no es fácil, ni rápido, sino gradual. Algunas veces damos pasos hacia delante y a veces retrocedemos. Y tenemos que recordar esto porque cuando nos atrevemos a hablar por los animales, quienes no pueden hacerlo por sí mismos, cuando nos atrevemos a hacer esto y mirar a las demás personas –que no comparten nuestros valores- tenemos que hacerlo como si nos miráramos en un espejo.
La persona con la que hablamos no sabe nada sobre terneros estabulados, no sabe nada de granjas peleteras, la persona con la que hablamos no entiende el comportamiento de los elefantes y cómo el cautiverio en zoológicos es opuesto a su comportamiento natural. La persona con la que hablamos no sabe cómo es la vida de un animal en un laboratorio, lo que ahí sucede, que a los animales se les extraen los órganos, se les queman los ojos hasta enceguecerlos, se les intoxica hasta matarlos, que los animales son sometidos a frío o calor extremos, y cómo se les utiliza en investigación de microondas. Ellos no lo saben. Nosotros sí.
Cuando yo miro a esa persona, es como si mirara un espejo y a quien veo es a mí. Cuando ustedes la miran es ustedes mismos quienes se reflejan en esa persona. La pregunta es ¿cómo mirar a esa persona y hacer que se interese por los animales? Debemos aceptar que no tenemos demasiado poder como individuos, que no podemos agitar una varita mágica y convertir a esa persona o exigirle que cambie. No podemos hacer eso porque somos gente común y corriente, no tenemos poderes mágicos; ojalá fuera así, pues este mundo sería un lugar diferente, pero no es así.
Creo que lo que todos deben tener presente, y se los digo como individuos, no como colectivo, es
que el gran poder que tienen es el poder del ejemplo. Su gran poder es cómo viven, cómo aplican en su vida diaria los valores en los que creen y su compromiso con ellos. Quiero decir, no tendría ningún sentido que habláramos de los valores implicados en los derechos de los animales y que anduviéramos con un puño de salchichas en el bolsillo y las comiéramos a escondidas. Eso sería hipócrita: no estoy predicando con el ejemplo. Pero el poder que ustedes tienen, su don, es compartir con la gente su vida como ejemplo, llevar a la práctica sus creencias. La mayoría de la gente, pienso, no nosotros, llevan una vida superficial, con una mentalidad consumista, irreflexiva, egoísta. Comprar es lo que les interesa y satisface. No les preocupa el medio ambiente, ni los animales, sólo consumir, consumir, consumir. Ese es el pilar de McDonald´s, de Burger King y de KFC: consume, consume, consume. No pienses, no pienses, no pienses.
El poder que ustedes tienen es el poder del ejemplo y no deben subestimar el poder que tienen en el mundo, la luz que aportan a un mundo donde hay oscuridad. Y nunca subestimen la impresión que causan. La manera en que presentamos nuestras ideas puede ahuyentar al interlocutor. Lo que menos necesita la gente es una razón más para no interesarse por los animales, y lo que más tenemos que pensar cuando salgamos de aquí y nos enfrentemos al mundo real, es en no ser nosotros esa razón. Porque la manera en que presentamos nuestras ideas, es como queremos que los demás las vean.
A menudo ilustro lo que digo con imágenes porque me parece que éstas hacen un poco más claras las ideas abstractas. Pensemos en la indiferencia hacia los animales como en una enorme cueva oscura. Hubo un momento en mi vida que sentía que yo estaba hasta el fondo de esa cueva, así de lejano y distante pensaba que estaba yo de de preocuparme por los animales, de interesarme por ellos.
También pienso en lo que llamo la “red del mal”. Les pido que imaginen esta enorme y complicada telaraña y justo en el centro ocurren las peores cosas en el mundo; conforme nos alejamos del centro aún siguen ocurriendo cosas malas, pero no están en el centro de la maldad, no son tan malas como aquellas. Mi convicción es que mientras ustedes y yo estemos en este mundo, siempre estaremos en algún punto de red. Somos criaturas imperfectas en un mundo imperfecto y no vamos a librarnos de la red del mal. Veamos unos ejemplos: yo compro ropa que no esté hecha con materiales de origen animal; visto algodón y otras telas, mientras que el resto de la gente usa pieles, lana, cuero y no se sienten inconsistentes con su postura respecto a los animales. Yo sí. El algodón no es un producto 100 por ciento libre de crueldad. Es producido de manera industrial y para sembrarlo, lo primero que hay que hacer es exterminar la vida silvestre que antes había ahí: mapaches, roedores, víboras, todos los animales muertos; y una vez que se siembra el algodón hay que rociar el campo con químicos llamados pesticidas, y “peste” es todo lo que ande por ahí, y “cida” significa muerte. Estos pesticidas van a parar a las aguas, y ahí sabemos lo que pasa, al menos yo lo se: mueren peces y animales marinos. Cuando se cosecha el algodón las enormes máquinas matan todo tipo de vida que haya en los campos. Y esto pasa con el algodón… no es libre de crueldad. Hay crueldad envuelta en esta industria, está en algún punto de la red, pero no está en el centro. Matar animales no es su objetivo, es algo que pasa como resultado, y si tengo un compromiso respecto a los animales tengo que evitar lo que está en el centro, pero ser consciente de que lo demás también está en la red.
Comprar zapatos: hay derivados del petróleo en mis zapatos y en mi chaqueta, y petróleo significa derrames, significa Exxon-Valdés, muerte de cientos de miles de animales. Lo que trato de decir es que tenemos que recordar que al final del día hay sangre de animales en nuestras manos también, y siempre será así, pues estamos en esta complicada red del mal. Al mismo tiempo hay una diferencia respecto a apoyar industrias cuyo negocio es matar animales. Las industrias de las pieles, del cuero, están en el negocio de matar animales por lo que de ellos obtienen. Cuando pienso en estas empresas las imagino en el centro de la red.
Con todo esto, lo que quiero decir es que no tenemos el derecho a comportarnos como santurrones, no podemos considerarnos superiores moralmente a nadie; todos somos imperfectos, es sólo una cuestión de grado.
En tanto lancemos nuestro mensaje de una manera respetuosa hacia la persona a quien nos dirigimos, recordando que nos miramos en un espejo, que nosotros fuimos como ella, les estaremos haciendo un favor a los animales.
Hay otra imagen de la que hablo en Jaulas vacías y la llamo “el muro de la opresión”.Imaginen un descomunal muro que se extiende a todo lo ancho hacia el este y el oeste, y que es tan alto que no podemos ver el fin. Este muro representa nuestra opresión hacia los animales y tiene tal dimensión, tal magnitud, que nos resulta incomprensible. Sabemos que no hay nada que podamos hacer hoy o mañana, o al día siguiente, que derribe ese muro, es un hecho. Lo que tenemos que pensar es que podemos derribar ese muro ladrillo por ladrillo: podemos acabar con los espectáculos con animales, por ejemplo. Hacer que no haya más delfines u orcas en tanques en acuarios; podemos lograr esto, es alcanzable, no es la cima del muro pero puede hacerse.
Tenemos que pensar en medidas realistas y respondernos “¿qué podemos hacer realistamente? ¿Qué ladrillo podemos quitar realmente? No pensar que mañana todo el mundo se levantará siendo vegano, o que todas las peleterías se irán a la quiebra, porque eso no va a pasar. Pero podemos y debemos derribar el muro ladrillo por ladrillo.
Otra cosa que quiero mencionar es que la gente nos representa como “los que están en contra”. Y lo somos: estamos en contra de la carne, de la lana, de los circos con animales, estamos en contra, sí, somos “anti” en alto grado. Pero lo que hay que tener presente es, el mensaje que hay que lanzar es, que también estamos a favor de muchas cosas. Estamos a favor de la paz, de la no-violencia, del cuidado, la compasión y la misericordia. Estamos a favor del respeto y la justicia, del amor. Somos un movimiento muy positivo en ese sentido y esto debe verse en cómo presentamos nuestras ideas a los demás.
La última imagen es la de un bote de remos. Estamos en un bote y cada uno tiene un remo. El movimiento de los derechos de los animales va hacia delante si todos trabajamos juntos y el movimiento de los derechos de los animales va hacia atrás o no avanza, si no cooperamos.Los invito a todos a vencer el desafío de la cooperación.
Muchas gracias,
Tom Regan
[La traducción hecha del inglés por Leonora Esquivel Frías intenta ser una copia lo más fiel posible del original grabado en vivo]
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