Hasta la llegada de Peter Singer a la palestra, gran parte de la ética académica estaba aquejada de un grado extremo de abstracción e irrelevancia. Los filósofos de tradición idealista planteaban su temática en función de un reino de espíritus puros; los de tradición analítica limitaban el alcance de la ética al estudio del significado de los términos morales. Ni los unos ni los otros se manchaban las manos hurgando en los dilemas éticos que planteaba la sucia realidad contemporánea. Singer ha sido el primer filósofo moral de talla en remangarse y bajar la ética del mundo ideal al mundo real. Está reconocido como el fundador de la ética práctica o ética aplicada, que incluye la bioética, como atestiguan sus numerosas obras, como Practical Ethics (í‰tica práctica), y recopilaciones, como A Companion to Ethics (Compendio de ética) y A Companion to Bioethics (Compendio de bioética).
La previa indiferencia de los éticos académicos dejaba el tratamiento de los problemas morales prácticos en manos de clérigos y retóricos hueros, más interesados en remachar los prejuicios tradicionales que en enfocar las cuestiones disputadas con racionalidad y frescura de enfoque. Con Singer llegó el escándalo. No tuvo empacho en analizar filosóficamente todo tipo de dilemas prácticos delicados, como el aborto, la eutanasia e incluso el tema tabú del infanticidio: ¿vale la pena preservar la vida de un vegetal humano con discapacidad psíquica profunda? Es una vieja cuestión, que ya Platón y Aristóteles se habían planteado y que multitud de padres y médicos se plantean en voz baja, pero escandalizó que Singer se lo preguntara en voz alta, con serenidad y lucidez, sin anteojeras y sin pelos en la lengua. Los fanáticos de lo políticamente correcto nunca se lo perdonaron. En 1989-1991 impidieron que pudiera hablar en Alemania, Austria y Suiza. El Simposio Wittgenstein se ha venido celebrando cada año en Kirchberg, pero el de 1991, dedicado a la ética aplicada, tuvo que ser anulado, ante las amenazas y protestas de los fundamentalistas (de derecha e izquierda) por la prevista participación de Singer. Sus anunciadas conferencias en Marburg, Dortmund y otras ciudades alemanas tuvieron que ser suspendidas. En Berlín ha resultado imposible dar cursos de ética aplicada desde entonces. En Zúrich, una conferencia de Singer sobre los derechos de los animales fue boicoteada por los reventadores, que gritaban 'Singer raus!' (¡fuera Singer!), no lo dejaron hablar e incluso le rompieron las gafas. Lo difamaron con la absurda alegación de que proponía matar a los tullidos e incluso lo acusaron de nazi, a él, nacido de una familia de judíos austriacos que habían tenido que huir a Australia de la persecución hitleriana y que siempre ha combatido cualquier tipo de racismo.
Cuando en 1940 Bertrand Russell fue nombrado profesor de lógica y filosofía de la Universidad de Nueva York, los fundamentalistas cristianos orquestaron una tormenta política y obligaron a la universidad a revocar el nombramiento. No perdonaban a Russell que 11 años antes hubiese publicado Marriage and Morals (Matrimonio y moral), donde trataba del tema entonces tabú de la sexualidad y decía cosas tan de perogrullo como que era conveniente que los novios hicieran el amor antes de casarse, para evitar sorpresas desagradables posteriores. La ética práctica es un campo minado, donde es casi imposible pensar con independencia sin escandalizar. En 1999 parecía como si la historia se repitiese, aunque afortunadamente esta vez la libertad de pensamiento ha triunfado. La prestigiosa universidad de Princeton había buscado por todo el mundo al ético aplicado más eminente para cubrir su nueva cátedra DeCamp de Bioética. La elección había recaído finalmente en Peter Singer, por entonces director del Centro de Bioética Humana de la Universidad de Monash, en Australia. Nada más conocerse la decisión, los grupos antiabortistas ejercieron una feroz presión sobre la universidad para que anulara el nombramiento. Incluso el millonario y candidato presidencial Steve Forbes amenazó con retirarle sus generosas subvenciones. De todos modos, la universidad no se dejó amedrentar y ratificó el nombramiento. Desde 1999, Peter Singer ocupa su cátedra en Princeton. Cansado de ser atacado por gente que nunca ha leído sus libros, artículos y argumentos y que falsea sus posiciones, decidió publicar una sencilla antología de varios textos breves pero esenciales extraídos de sus diversas obras, que facilitase al público la tarea de acercarse a su pensamiento. El resultado es el libro aquí comentado, Una vida ética. Escritos, ahora traducido al castellano de un modo fiable y fluido por Pablo de Lora.
Uno de los grandes temas morales ignorados por los éticos previos era la inmensa masa de sufrimiento inútil generada por nuestra explotación cruel y sin escrúpulos de los animales no humanos. Según Albert Schweitzer, 'como la mujer que, después de haber fregado el suelo, cuida de que... no entre el perro y lo ponga todo perdido con las huellas de sus patas, de igual manera los pensadores europeos montan guardia para que ningún animal les corretee por la ética'. Singer ha planteado esta temática con crudeza, consistencia y rigor. En 1975 publicó Animal Liberation (Liberación animal), el libro de ética más vendido del siglo XX, basado en el principio de la igual consideración moral de los intereses similares de los diversos animales (humanos o no), fuente de inspiración de todo el movimiento animalista. Singer sostiene que el dolor siempre es malo y no hay que incrementarlo sin necesidad. La universalidad intrínseca del razonamiento moral exige tomar en consideración el dolor de los miembros de los otros grupos (sexos, razas o especies) capaces de sufrir; de lo contrario, caemos en el sexismo, racismo o especieísmo. Singer no sostiene que todos sufran por igual o que su vida valga lo mismo. Un humano adulto y en pleno uso de sus facultades mentales puede a veces sufrir más y otras veces menos que un animal no humano, y su vida puede ser más valiosa. Pero eso hay que justificarlo en cada caso en función de las características concretas de ambos. El mero hecho de pertenecer a una especie carece de relevancia moral. Singer se ha comprometido también en la acción práctica de muchas ONG, como el Proyecto Gran Simio, que él preside y que propugna que al menos los hominoides, como los chimpancés o los gorilas, sean equiparados a las personas por su rica y variada vida emocional, y que se les reconozcan legalmente los tres derechos básicos a la vida, a la libertad y a la ausencia de tortura. También ha escrito Singer sobre la pobreza en el mundo y cómo aliviarla, aunque sus tesis radicales al respecto han alcanzado menor influencia.
Aunque Singer es el mayor ético práctico viviente, quizá resulta menos convincente como ético teórico. Razona con lógica implacable, pero algunas de las premisas de que parte son poco plausibles, como su equiparación de la responsabilidad por la comisión directa de un daño con la resultante de la mera omisión de una ayuda posible. La base teórica de Singer es el utilitarismo de la regla. Esa posición funciona en algunos casos y en otros no; lo mismo ocurre con sus alternativas, como el contractualismo. Ni siquiera en la física hemos logrado una teoría unificada que lo explique todo. No creo que la ética esté más avanzada ni que su objeto sea menos complejo. Actualmente no existe una teoría ética satisfactoria en todas las situaciones. Ello no nos exime del esfuerzo de pensar y vivir éticamente y de aplicar la reflexión ética racional a los problemas prácticos de nuestro tiempo. En esta tarea, el libro de Peter Singer puede ser de gran ayuda, y en nuestro país su lectura y discusión es especialmente deseable. Ojalá que encuentre muchos lectores.
Autor: Jesús Mosterín
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