Siete días. Ese es el tiempo exacto que teníamos para preparar la que ha sido una de las protestas más emotivas e impactantes sobre el comercio de pieles de animales en Madrid. Dicen que esta es la ciudad que nunca duerme, y fue algo que comprobamos en carne propia por la falta de sueño para que todo saliera perfecto.
Habíamos recibido la estremecedora noticia de que en EE.UU. se ha detectado pieles de perro y gato procedentes de China con la etiqueta de “piel sintética” en varios comercios. No podíamos pasar por alto esta información. La fiscalización en ese país es mucho mayor que en el nuestro, así que la repetición de esa situación en casa tiene una gran probabilidad. Automáticamente nos pusimos en contacto con nuestra base de activistas para que se unieran a este acto de protesta. A pesar de ser pleno mes de agosto y primera hora de la mañana de un martes cualquiera, la recepción de nuestro mensaje nos dejó impactados en el sentido más positivo de la palabra. A partir de ese momento, no dejamos de recibir mensajes de personas que querían participar en la protesta, bien en el semidesnudo o en el apoyo logístico.
Quedaba la parte más complicada. Al tratarse de un desnudo público, debíamos conocer lo mejor posible el entorno donde íbamos a realizar la protesta, sus esquinas, seguridad, temperatura, la luz a esa hora del día, el tránsito de personas, así como el número de litros de pintura corporal que usaríamos para “desangrar” a nuestros activistas. A todo esto se le sumó el hecho de que también llevaríamos carteles y folletos informativos para repartir a los transeúntes que por allí pasaran. Dicho así parece sencillo pero organizar todo esto en tiempo record fue todo un reto.
Y llegó el gran día. Diez de la mañana en la puerta principal de El Retiro esperando a que llegasen los activistas para empezar la “transformación”. Habíamos habilitado además una de las zonas del parque para que pudieran quitarse la ropa cómodamente y en la más absoluta intimidad, y minutos después… llegó la prensa al lugar donde daría lugar el ya famoso Sin Piel de AnimaNaturalis. Por suerte, el tiempo se puso de nuestra parte y la luz perfecta para los fotógrafos.
Reconozco que en ese instante si sentí los nervios correr por mis venas pero en cuanto empezamos a colocar en el suelo a los activistas y vi en su mirada las ganas de luchar por una buena causa me tranquilicé por completo. Ponerse en lugar de los animales más frágiles, despojados de todo, no es algo fácil. Nos llena de emociones y escalofríos, pero también nos hace sentir que lo que hacemos es correcto y necesario. Eso me decían cada uno de sus rostros.
A continuación les pusimos la “sangre” para simular la que verdaderamente cubre los cuerpos de los animales despellejados y explotados en esta cruel industria. Enseguida dio comienzo la acción, cuando una de nuestras activistas quebró el silencio con la frase “¿Cuántas vidas para un abrigo?”. Mientras tanto, otro equipo de colaboradores se encargó de sujetar carteles con imágenes de distintos animales que son torturados en la industria peletera, y otros tantos, de repartir flyers informativos sobre el mismo tema.
Respecto a la aceptación de todas las personas que pasaban en ese momento por allí, puedo añadir que fue totalmente respetuosa y educada, además de curiosa, pues un acto así no es algo que se vea todos los días (y ojalá llegué el momento en que no haga falta hacer este tipo de protestas).
Finalmente, quería dedicar una sola palabra a los voluntarios que hicieron todo esto posible, una sola palabra y en mayúsculas: GRACIAS. Sin ellos, absolutamente nada sería posible, nada. Sin ellos, no habría lucha ni activismo. Sin ellos, no me hubiera emocionado como lo hice hasta tal punto que olvidé el cansancio acumulado de los siete días previos. Sin ellos, los animales estarían más solos aún, temblando, sin esperanza, en alguna jaula olvidada, esperando su muerte. Ya sabéis, seguiremos luchando hasta el día en que la última jaula quede vacía. Ese es nuestro compromiso. ¡GRACIAS!
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