Hace un día gris fuera, lo puedo observar desde mi ventana. Y me encuentro aquí, frente al ordenador, porque me gustaría hablaros sobre algo. Es algo importante. Me gustaría acercaros a un acontecimiento que ocurrió el pasado domingo en Barcelona. Y tratar de compartir un abanico cargado de sentimientos con toda aquella persona que me permita hacerlo.
Veréis, me presento, soy Lucía, tengo 23 años, y estoy terminando la carrera de periodismo por la fantástica idea de cambiar el mundo. Ya veis, tarea fácil. El caso es que el domingo 11 de Diciembre colaboré por primera vez como activista en la performance Sin Piel que organiza cada año AnimaNaturalis en Barcelona. Y fue, ¿cómo describirlo con palabras?...vida.
Siempre me he sentido vinculada a este mundo de forma especial. Siempre he considerado que el respeto, amor y empatía por todo lo que me rodea me haría ser feliz, me haría sentirme en plenitud conmigo misma. Conectada. Y así es, en parte. Hay algo en este planeta que no me deja hacer crecer ese sentimiento, no me deja ser feliz del todo. Y ese algo es el animal considerado humano. Sé que puede sonar extraño, brusco…pero, analizadlo. Nuestra especie tiene muchas, muchísimas cosas buenas, pero yo vengo a explicar algo, y para hacerlo necesito hablar de tantas y tantas cosas malas, que desde tiempo atrás venimos haciendo. Para empezar, el planeta que todos conocemos, llamado Tierra, no es nuestro. En él vivimos millones de seres vivos. Unos corren, otros vuelan, algunos son capaces de respirar bajo el agua, están los que aúllan, los que cantan, gruñen o callan. Hay una diversidad abrumadora. Todos y cada uno de ellos viven, disfrutan en familia, juegan, pelean…como nosotras y nosotros, como los humanos. Pero no sé en qué momento sucedió. Todo lo creado desapareció. El humano creyó que todos esos seres estaban ahí por ellos, para ellos. Se auto posicionó en la cima de una jerarquía de poder establecida de la que nunca más volvió a bajar. Creció con la idea normalizada de que ellos y ellas, los de su especie, la humana, eran los dueños, y los demás individuos sus esclavos.
Pareciese que os estoy contando un cuento, pero no, a día de hoy es la realidad que nos rodea. Y por eso, porque a algunas y algunos no nos gusta ver el mundo impregnado de este manto de sufrimiento, luchamos en medida de lo posible por cambiarlo. Por recuperar la ética que un día se perdió y no encontró el camino de vuelta. Para tratar de que el amor crezca libre, sin discriminaciones ni ataduras. Porque nacemos con empatía y conexión, y no debemos dejar que se corrompa.
Millones de animales, seres sintientes como nosotros, son esclavizados, asesinados, arrancados de sus hogares y familias, despellejados vivos, torturados…y todo para que una especie se sienta mejor, vista mejor, coma mejor, se divierta mejor…En definitiva, para que el humano crea que así vive y disfruta más y mejor de su existencia en este planeta.
La lucha contra todas estas injusticias carecientes de justificación se visibilizó en la Sin Piel de Barcelona. Un acto en el que cientos de personas quisimos dar, una vez más, voz a los que no la tienen. Momento en que cientos de almas y conciencias se unieron para ponerse en el lugar de todos estos animales. Un sentimiento común. Una fuerza imparable. Por ellos. Nuestros compañeros en la Tierra.
Nervios, pudor, vergüenza.
¿Lo hago?, ¿no lo hago?. Me va a mirar todo el mundo, estaré rodeada de ojos que observan mi cuerpo. Lucía, quizás empiezas demasiado fuerte. ¿Me habré vuelto loca?. ¿Desnudarme públicamente?. Podría ayudar de forma externa. Quizás no es necesario llegar a tanto. ¿Estar rodeada de cuerpos desconocidos?. Desnuda ante hombres y mujeres que no conozco, ¡qué vergüenza!. Que mal rato, y que frío voy a pasar. ¿Seré capaz de aguantar?...
Pues sí. Tuve dudas, muchas dudas. Durante los días previos, en el trayecto, la noche anterior. Incluso puede que llegara a buscar inconscientemente excusas para no desnudarme y no sentirme mal o incompleta por ello. Al fin y al cabo era mi primera vez. Mi primera acción más activa en esta lucha. Y empezaría a lo grande. Pero, ¿sabéis qué?, todo se esfumó. Mi cabeza pensó en todos ellos, en lo que les hacemos, consciente o inconscientemente. Pensó en la vida que tendrían si fueran respetados. Alegres, felices, corriendo y saltando, nadando y volando, cuidando de sus hijos, besando a sus madres, siendo animales dueños de sus propias vidas, libres. Ellos y su vida. Entonces, mi corazón se estremeció, como está haciendo ahora al escribir estas palabras, me ayudó y me guió. Mi alma me habló: “Sé tú”. Y es que yo soy ella, la que me encontró en ese espacio de dudas y me devolvió a mí. La que no dudó ya más. Y se desnudó.
Porque todo aquello no fue un desnudo. No fueron cuerpos, genitales ni piel. Porque no había ojos observando, ni bocas comentando. No había nadie. Sólo corazones latiendo a un mismo son. Una canción creada del odio e impotencia que sentimos y que nos ahoga, al ver esta realidad, cruel y atroz, sin poder disolverla de inmediato. Una canción que se abre paso gracias a todas esas personas unidas por una misma pasión. Notas bailando en una misma partitura.
Qué bonito es luchar por lo que crees. Encontrar ese espacio en el mundo al que quitar las viejas hierbas y crear el camino. Tú camino. Qué bonito ser parte de un cambio tan humano, lleno de amor y comprensión. Qué emoción, de verdad, la llevé y llevo en la piel, al descubrir a tantas almas buenas. Fui parte de algo inmenso, y ellas me lo hicieron sentir así. Gracias por hacerme ver que no estoy loca, o puede que sí, pero entonces seremos locas y locos todos. Los locos que crearon un mundo, ya no mejor, sino nuevo para ellos. Para todxs.
Gracias una y mil veces. Llegará el día en que sonará nuestra canción, porque estará terminada. Pero mientras tanto sigamos componiendo.
A vosotras y vosotros, que seguramente no os conozca, os necesitamos para hacer un mundo nuevo.
Nunca más serán los sin voz, porque siempre tendrán la nuestra.
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