El 25 de junio de 2008, la Comisión de Medio Ambiente, Agricultura y Pesca del Congreso de los Diputados español celebró una votación histórica en la que apoyó el Proyecto de los Grandes Simios, propuesta de concesión de derechos de vida, libertad y protección contra la tortura a nuestros parientes no humanos más próximos: chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes. Otros países, como, por ejemplo, Nueva Zelanda y Gran Bretaña, han adoptado medidas para proteger a los grandes simios contra la experimentación dañina, pero ningún parlamento nacional ha declarado que animal alguno pueda ser una persona con derechos.
La resolución, que se espera que apruebe el pleno del Congreso, ordena al Gobierno de España que promueva una declaración similar a escala de la Unión Europea. También pide al Gobierno que apruebe, en el plazo de un año, una legislación para que prohíba los experimentos potencialmente dañinos con los grandes simios que no redunden en su interés.
Se permitirá mantener a grandes simios en cautividad exclusivamente para fines de conservación y, aun así, en condiciones óptimas para ellos. Además, recomienda que España adopte medidas en foros y organizaciones internacionales para velar por que los grandes simios sean protegidos contra el maltrato, la esclavitud, la tortura, la ejecución y la extinción.
Paola Cavalieri y yo fundamos en 1993 el Proyecto de los Grandes Simios para romper las barreras entre los animales humanos y no humanos. Investigadores como Jane Goodall, Diane Fossey y Birute Galdikas han mostrado que los grandes simios son seres que piensan y tienen autoconciencia y una vida emocionalmente rica, con lo que han preparado el terreno para hacerles extensivos los derechos fundamentales.
Si consideramos que todos los seres humanos, por limitadas que sean sus capacidades intelectuales o emocionales, cuentan con derechos humanos, ¿cómo podemos denegárselos a los grandes simios, que superan claramente a algunos seres humanos por su racionalidad, autoconciencia y lazos emocionales con otros? Hacerlo sería aplicar un prejuicio a otros seres simplemente porque no son miembros de nuestra especie, el prejuicio que llamamos especiesismo, para poner de relieve su parecido con el racismo.
El Proyecto de los Grandes Simios va encaminado a cambiar nuestra forma de pensar sobre los grandes simios y, en última instancia, sobre los animales en general. La resolución española constituye la primera aceptación oficial de esa concepción.
El uso del término “esclavitud” en relación con algo que no se debe hacer con los animales es particularmente importante, porque hasta ahora se ha dado por sentado que está bien que los animales sean nuestros esclavos para que los utilicemos como queramos, ya sea para arrastrar carretas, ser modelos de enfermedades humanas para la investigación o producir huevos, leche o comida para nosotros. El reconocimiento por un gobierno de que puede estar mal esclavizar a los animales constituye una importante brecha en la muralla de la importancia moral exclusiva que hemos erigido en torno a nuestra especie.
Mientras que los diputados españoles estaban examinando con compasión los derechos de los animales, en Austria, en cambio, diez dirigentes de organizaciones legales que luchan por el bienestar animal comenzaban su quinta semana en la cárcel. En la madrugada del 21 de mayo, la policía irrumpió en 23 locales diferentes, hizo levantar a las personas de la cama, les puso la punta de sus pistolas en la cabeza y obligó a un dirigente de una organización que lucha por el bienestar animal a permanecer dos horas en un lugar público en ropa interior. Se llevó sus computadoras y archivos, con lo que dejó imposibilitado el movimiento en pro de los derechos de los animales, que estaba a punto de lanzar una nueva iniciativa para consagrar la protección de los animales en la Constitución austríaca.
Los diez dirigentes siguen detenidos sin cargos ni alegaciones concretos contra ellos, con arreglo a una ley que se aplica a los miembros de organizaciones de delincuentes, como, por ejemplo, la mafia. La policía no ha presentado pruebas de que ninguno de los detenidos hubiera cometido violencia. Aun así, un tribunal ha ordenado mantener a los diez en prisión preventiva hasta septiembre.
Después de pasar 17 días en prisión, tres personas fueron acusadas de amenazar a una representante ante la prensa de una tienda de modas al impedir el paso a su coche. A otro, Martin Balluch, se le ha entregado una ficha policial de 1.500 páginas para justificar su detención. En la ficha, su nombre aparece citado sólo tres veces, todas ellas en relación con entrevistas que concedió a medios de comunicación o artículos que escribió.
Resulta irónico que Balluch, persona brillante con doctorados en Física y Filosofía, sea uno de los principales portavoces en el movimiento mundial en pro de los derechos de los animales que es partidario de que se siga la vía democrática y no violenta para la consecución de reformas. En un ensayo que escribió para En defensa de los animales , libro que yo compilé y que apareció en 2006, escribió: “Ningún nivel realista de ataques de guerrilla del tipo de los lanzados por el Frente de Liberación Animal podría haber herido tanto a la industria de la avicultura intensiva como la nueva legislación austríaca”.
En los últimos años, las organizaciones austríacas en pro del bienestar animal han obtenido un notable éxito a la hora de convencer a votantes y legisladores a fin de que apoyaran leyes en pro de la eliminación progresiva de las jaulas para gallinas ponedoras y para criar conejos destinados a la producción de carne y de la cría de animales para la producción de pieles. Como escribe Balluch, “una ley que prohíba toda una industria causa un daño económico mucho mayor a la industria que maltrata a los animales que ninguna otra cosa que pudiera hacer el movimiento en pro de los animales”.
La persecución policial del movimiento en pro de los animales parece ser un intento -por parte del gobierno conservador, que controla el Ministerio de Interior, y sus partidarios en la industria de productos animales- de responder con un ataque a la impugnación legítima y pacífica del trato que damos a los animales. Que algo así pueda suceder en una democracia europea resulta escandaloso.
Peter Singer es profesor de Bioética en la Universidad de Princeton y profesor laureado de la Universidad de Melbourne. Es autor de Liberación animal, compilador, junto con Paola Cavalieri, de El proyecto de los Grandes Simios y compilador de En defensa de los animales. La segunda ola.
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