Salimos temprano la mañana del sábado desde Logroño, con la incertidumbre de presentarnos en una nueva ciudad. Burgos es una ciudad que evoca historias que se remontan al Cid, pero en cuanto a activismo por la defensa de los animales... aún tenemos muchas páginas que escribir. Nos montamos en el coche, cargado de materiales, folletos informativos y el ingrediente indispensable para hacer activismo: mucha ilusión.
Burgos bullía de ambiente festivo bajo ese sol castellano que parece no dar tregua. Las calles estaban pobladas de música, cabezudos, casetas de todo tipo. Eran los "Sampedros" que impregnaban de fiesta los pasos de los transeúntes... ¡y a nosotros también!
Comenzamos a montar nuestra mesa. Empezamos a sentir el calor que iba aumentando a toda velocidad a la vez que los burgaleses iban desapareciendo en busca de lugares fresquitos, hacia las cafeterías o parques con buenos árboles. Sólo los más valientes se atrevían a pasar a nuestra mesa, desafiando las temperaturas, quizás impulsados por la curiosidad de saber más de esa rara avis que representamos. Es gente seria, pero amable, hay que decirlo.
Para nuestra sorpresa nos encontramos con personas comprometidas con la defensa de los animales, y familiares con términos como antiespecismo y veganismo... que para la mayoría de la población sonaban más a enfermedades venéreas o corrientes alternas a la política que a otra cosa.
Charlamos largo y tendido. Nos hablaron de las dificultades que entraña todo tipo de activismo en una ciudad pequeña y tan ligada a un pasado medieval, donde la creencia de que los animales fueron puestos en la tierra para disfrute y capricho de Adán y Eva es casi considerado ciencia.
Algunos conocían AnimaNaturalis por redes sociales, pero la mayoría no tenía noticia de nuestras campañas... o mejor dicho, no asociaban a nuestra organización con las campañas en las que incluso habían participado. A veces ese es nuestro problema: hacemos tanto énfasis en los objetivos de la campaña, que olvidamos promover nuestro nombre en ellas. Pero qué más da.
Este tipo de charlas son fantásticas para revitalizar nuestra confianza y empeño, de las que sales reforzada. Sin conocernos, estamos trabajando del mismo lado. Somos tantas voluntades desperdigadas por todo el mundo, pero al compartir unos minutos, nos reconocemos en el otro, en sus sueños y anhelos.
Llegó un momento en que la gente desapareció de la plaza, y con total razón: subía fuego del suelo que pisábamos. Aguantamos un rato más, sudando y al borde del colapso. Ni los abanicos que nos recomendó el gobierno del Partido Popular parecían funcionar.
El regreso tuvo un sabor agridulce. Se mezclaba la enorme satisfacción de contactar con personas ansiosas por hacer cosas, pero la ola de calor nos impidió llegar a aún más gente. Podemos sumar a las consecuencias del Calentamiento Global la dificultad para hacer activismo de calle ;)
La próxima vez que volvamos a Burgos será en un horario más fresco, antes de la hora postrera. ¡Hasta la próxima!
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