Lo volvimos a hacer. Volvimos a ponernos en su piel. Esta vez en pleno centro de Madrid, concretamente en la conocida Plaza de Callao. Esa plaza tan concurrida y adornada con el luminoso árbol de navidad de cada año. Esa plaza de películas, cafés, helados, compras y regalos. La plaza que siempre eliges como punto de encuentro en tus ratos de ocio. Una plaza para estar, reír y conversar con tus amigos y familia. Pero esta vez fue otra plaza.
Un Domingo diferente, en una plaza diferente. La mañana del 17 de Diciembre activistas de AnimaNaturalis nos concentramos en Callao para transmitir un mensaje claro contra el uso de pieles y pelo de animales. Una acción protesta contra esta práctica en la que un abrigo de piel ensangrentado presidía una cruel realidad. La realidad que viven y experimentan millones de animales cada año, sometidos por esa parte de la sociedad cegada por la moda asesina, cruel e inútil.
El silencio, los flashes de las cámaras y las miradas de la gente lo inundaron todo. Y ahí estaba, una piel desnuda, bañada de un rojo sangre que brillaba y caía al suelo bajo el sol, abrigada con la muerte caliente sobre su torso. Y ahí estaba, detrás de ella, una masa de negro luto. Decenas de almas buenas, heridas, portando los rostros de las víctimas de la peletería. Rostros que ya se fueron, vidas que ya no están.
No puedo explicar correctamente en palabras lo que sentí bajo aquel abrigo de piel, solo estaba allí mi cuerpo caliente gracias a la piel arrancada de otros seres sintientes. Y su sangre, una sangre que escurría por mi pecho, manos y piernas, sangre artificial, pero en realidad perteneciente a ellos, a los que en ese momento me estaban abrigando. No pude evitar preguntarme cuántas vidas fueron asesinadas para que ese abrigo luciera y diera calor. Tampoco pude evitar que me visitaran imágenes de los animales que podrían haber sido asesinados para confeccionar esa prenda, y la vida y proceso que habrían sufrido para acabar ahí. Y tampoco pude evitar pensar en la vida que podrían estar teniendo si este mundo no fuera como es, si este planeta cambiara de una vez. Y no puedo entender cómo esa parte de la sociedad, la que demanda estos productos, no despierta. O peor aún, que lo haga y les dé igual, olvidando la vida de los animales dando más valor a su piel que a su vida.
Y estando allí, en pleno centro de la capital, intentando representar la crueldad de la peletería, observando a los que nos observaban, me pregunté:
¿Y ellas y ellos lo sabrán?
Ellas y ellos, que visten “lujosos” abrigos de voluminoso pelo, con sus carteras de cuero. Ellas y ellos con sus cuellos calientes en pleno invierno, y con sus chaquetas al estilo motero…¿Lo sabrán?.
¿Y aquellos otros?, esos que se paran, miran, comentan, hacen fotos y se van. ¿Lo sabrán?
¿Y ella?, aquella que coge a su hija fuerte de la mano y pasa de largo sin mirar. ¿Lo sabrá?. Y su hija, ¿lo sabrá?.
Y el señor que se queda enfrente, observando, y asiente con la cabeza. ¿Lo sabrá?…
Porque si hay vidas arrebatadas que mueren, cuerpos desnudados de las formas más crueles, chillidos que podrían desgarrar hasta el alma más dura de ser escuchados, miradas inundadas incluso cuando no pueden llorar si decides mirar, espasmos de dolor que te hacen temblar aunque tengas calor… debería saberse, ¿no?. Sí, un terror que debería ser conocido, sentido, llorado y abolido. Y digo esto porque creo firmemente en que los animales no humanos no están en este mundo para nosotros, sino con nosotros. Y no es ni ético ni necesario someterles a una vida de cautiverio, esclavitud, tortura y muerte, despellejándoles vivos en muchas ocasiones, por cuestiones de estética, lujo, moda, status social y un lamentable y largo etcétera. Y el horror, aún, no acaba.
Como dijo Schopenhauer, “el hombre ha hecho de la Tierra un infierno para los animales”.
Y tú, ¿lo sabes?. Y si es así, ¿nos ayudas a cambiarlo?.
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