Sabía que ponerse por un momento en la piel de los animales iba a ser una experiencia muy dura, y lo ha sido, solo que no exactamente de la forma en que yo me lo imaginaba.
Creí que moriría de frío en estas fechas y sí, en Valencia nos tocó un terrible día de viento que dejó destrozos por doquier pero, aún así, las y los activistas que me acompañaban en la acción no han dudado ni un segundo en realizar la protesta exponiendo sus cuerpos desnudos. A parte del frío creí que no sería capaz de aguantar mucho tiempo la posición que debía mantener con el cartel en la mano.
Lo que realmente sentí
Una vez adoptada mi posición en la escena, me di cuenta que ya teníamos alrededor mucha gente observando impaciente, en el momento de deshacerme de mi albornoz (bata) tenía la sensación de que me estaban arrancando la piel, sentía el frío viento recorrer mi espalda y seguidamente me sentí muy vulnerable, tenía la sensación de que cualquiera podría venir a hacerme daño y que yo no sería capaz de defenderme en esa situación, así que creo que de forma automática me aferré con fuerza al cartel que solo debía sujetar.
Comenzaron a mancharnos de sangre, la primera gota que sentí caer en el cuello fue como una dolorosa y fría puñalada, sentía que mi cuerpo temblaba sin parar con cada racha de viento que nos sacudía, mis músculos se tensaron y no podía evitarlo, así que contuve la respiración por unos segundos hasta que pude adaptarme.
Se me encoge el corazón pero soy fuerte por ellos
A los pocos minutos, Carmen, una de las coordinadoras, comenzó a leer un manifiesto tan desgarrador como real de lo que viven los animales en la cruel industria de las pieles, su rostro y su voz expresaban rabia, impotencia y dolor. Mientras ella nombraba a alguna de las especies que explotan en esta sádica industria, como: conejos, chinchillas, visones, zorros, perros, gatos… no podía evitar que las caras de esos pequeños seres vinieran a mi mente y que mi corazón se partiera en pedacitos, he intentado que las lágrimas no cayeran por mi mejilla porque quería mantener una imagen firme y fuerte para dar el mensaje que esos animales ya no pueden dar… finalmente dejé que toda esa tristeza y rabia se apodere de mí para convertirla en fuerza ¡y así fue! en una posición erguida y con la mirada de frente, me puse en la piel de los animales y grité con todas mis fuerzas mirando a cada transeúnte ‘¡¿Cuántas vidas para un abrigo!?
Lo que he aprendido en esta acción
Queda más que demostrado que todo el frío, las incomodidades y la tristeza que pudimos sentir durante la protesta, no se puede comparar con el dolor y el sufrimiento que padecen injustamente millones de animales, cada día, en diminutas jaulas, esperando a ser los siguientes en ser asesinados.
¡Tú y yo tenemos mucha suerte! ¿Lo sabías?
Acabo de contarte mi experiencia y, me gustaría que, a ti, que estás leyendo esto, te inspire para dar el paso a luchar contra lo que está mal, a no tener miedo a hacer lo correcto, que seas consciente de que estás de un lado privilegiado, que ESTÁS DEL LADO QUE AYUDA y no del que necesita ser ayudado, estos últimos no pueden elegir el lado que les ha tocado pero tú sí puedes elegir echarles una mano y quizás cambiarles la vida. Los demás animales nos necesitan, te necesitan. No les falles, cada acción por ellos es fundamental. ¡Sé valiente y álzate por ellos!
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