Los Caninantes, la otra cara de la migración

El desplazamiento forzado no solo ha afectado a las personas, también a los animales. Y es sorprendente cómo se generan lazos tan fuertes en circunstancias tan difíciles, tanto, que estas personas prefieren no aceptar los lugares de paso para descansar si sus animales no están a su lado. 

03 abril 2021
Soacha, Colombia.

En mi visita a Vía 40 Express, un punto de atención a migrantes caminantes después del peaje de la salida de Soacha, conocí varias historias que me llamaron la atención. 

Vía 40 es una concesión de vías colombo-francesa que ha creado el proyecto Vía Esperanza como una estrategia solidaria para el nuevo grupo de interés externo en la carretera, el cual es la población migrante en tránsito, que se origina a raíz del desplazamiento sin precedentes del país venezolano. Esta iniciativa se enmarca en la inclusión, solidaridad ciudadana y en la movilidad sostenible. 

En este punto a los migrantes caminantes que viajan a otras ciudades y que en su mayoría se desplazan hacia otros países, se les brinda hidratación y un kit de bioseguridad, pero hay un miembro de la familia que no es contemplado en las ayudas ni en los registros, y es el animal que les acompaña.

Estas familias, aunque no son todas, caminan de la mano con sus animales que han estado con ellos desde el inicio de su travesía o se han encontrado en el camino, así como me lo cuenta Wilmer, migrante venezolano que en su camino por Bolivia conoce a Pacha, su gata, y mientras seguía recorriendo la carretera y al llegar a Perú, conoció a Dario, su perro. Desde entonces recorren los tres las vías buscando un futuro mejor. “Somos familia y siempre velo porque nada les falte. Son como mis hijos y están conmigo cuando nadie más lo está” afirma Wilmer.

El desplazamiento forzado no solo ha afectado a las personas, también a los animales. Y es sorprendente cómo se generan lazos tan fuertes en circunstancias tan difíciles, tanto, que estas personas prefieren no aceptar los lugares de paso para descansar si sus animales no están a su lado. 

Las penas que cargan estas familias, las desgracias y las afectaciones físicas y emocionales, también las llevan sus animales.

Los animales no conocen de banderas, no diferencian territorios pero la situación social por la que se está atravesando, los está arrastrando. Imagínate caminar más de 12 horas por una carretera, día tras día, a veces sin comida, sin agua, soportando el calor, el frío, la lluvia, con los peligros constantes de ser atropellados. Pero aún con todas las complicaciones, los une el amor, ese amor de ser familia.  
 

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