Veinte años para mi suena como un sueño. Soy consciente que el tiempo tiene la terrible costumbre de no quedarse quieto, por mucho que nuestra memoria insista en posarse en sólo unos instantes que se sienten inmensos. Cuando me pongo a recordar cómo comenzó todo esto, sólo puedo volver a esos momentos, salpicados.
Hubo un tiempo en que AnimaNaturalis no existía y mi vida era muy diferente. Viajé a Barcelona con la intención de estudiar un máster en comunicación digital, cuando aún no se habían inventado ni redes sociales ni teléfonos inteligentes. Lo digital era sólo una promesa que algunos queríamos explorar. Era finales de 1999. Por entonces comía carne y jamás se me pasó por la cabeza, ni por un momento, que los animales fueran criaturas que mereciera alguna consideración especial. Conocía a animalistas en mi tiempo de Universidad en Chile, incluso apoyé algunas campañas contra el uso de animales en laboratorios. Sin embargo, mi corazón no había echado raíces aún en esa tierra.
Conocí a Leonora Esquivel durante esa época. Ella había llegado de México para hacer un doctorado en Ética Ambiental, y siendo dos extranjeros en una ciudad extraña... hicimos amistad. Compartimos sentido del humor y estilo de conversación. Estar juntos nos hacía sentir un poco más en casa. Esa amistad se transformó en algo más y comenzamos una hermosa historia. Conocí su vegetarianismo y las razones profundamente éticas que la motivaban a no comer animales y proteger a la naturaleza con verdadera pasión. Así que dejé de comer carne. No fue una renuncia o sacrificio muy grande. Desde siempre he sentido que montar en bicicleta y no comer carne de animales eran las acciones individuales más positivas que se puedan adoptar. Y estoy hablando desde siempre, desde niño. Aún hoy a mis 50 años, no sé conducir una bicicleta. Ni modo.
Recuerdo que en otoño del 2001 tuvimos una pelea que hizo que Leonora saliera de casa bastante enfadada, golpeando la puerta al salir. Me lo tomé con calma. En otro momento, hubiera salido tras de ella, pero como sabía dónde se dirigía... tuve paciencia. Me abrigué y salí hacia la Plaza Catalunya, frente al Corte Inglés. Ella iba a participar en una protesta contra los circos con animales que una organización llamada Alternativa por la Liberación Animal (ALA) organizaba ahí. Era su primera actividad con ellos y tenía mucha ilusión. Desde que había llegado a Barcelona, me contó que buscaba unirse a uno de estos grupos.
Cuando llegué, la vi con el megáfono en mano, animando a la gente a escuchar las razones por las que los animales no deben ser explotados en ningún área y mucho menos usados como espectáculo. Y repito: era su primera acción de protesta en su vida. Se veía enorme, orgullosa, apasionada, feliz. Me miró entre el corrillo de gente y me dirigió unas palabras con el megáfono. La pelea había terminado. Miré a quienes participaban en la actividad. La mayoría eran personas mayores que nosotros, con pocas excepciones. Traían carteles de todos los temas posibles, muchos escritos a mano, otros puestos en el suelo. Muchos términos completamente oscuros como "especismo" o "sensocentrismo". Traían figuritas y peluches de animales que dejaban por ahí. vestían muy de andar por casa, sin ninguna homogeneidad o formalidad, conversaban entre ellos como si fuera un encuentro social. Era evidente que lo que hacían era por los animales, pero el mensaje era confuso, complejo, desordenado.
Leonora Esquivel y Francisco Vásquez, veinte años antes.
Personalmente no tenía mucha experiencia en activismo, pero cuando toda tu vida la has pasado en dictadura, algo de activismo tienes en la sangre de gratis. Cuando cumplí 18 años, se realizaron las primeras elecciones democráticas en Chile desde que yo había nacido. Algo que aprendí es que para lograr un cambio así, se debe ser constante en el tiempo y consistente con el mensaje. Que ese mensaje debe ser sencillo y fácil de entender por todos. La campaña que derrocó a Pinochet fue conocida como la del "NO". Así de simple era el mensaje. "NO" a la dictadura. "NO" a la tortura. "NO" al dolor de tantos y tantas. ¿Qué diferencia hay entre lo que sufren los animales y la crueldad de un tirano? Creo que eso es lo que hizo click en mi. Me vino a la memoria un paseo que hice con mi padre cuando yo tenía quizás unos 14 años. "¿Sabes? Quiero ser pacifista. Eso quiero ser", le dije. Para mi, esa palabra era muy subversiva. Más viviendo toques de queda, saber de desaparecidos y que el mundo vivía la Guerra Fría y el miedo a la bomba. "Pero lo que me da miedo, papá... es que es muy difícil y soy sólo uno", añadí. Mi papá respondió con una pequeña sonrisa: "Todo gran cambio comienza con sólo una persona y no te quepa dudas que una persona siempre convence a otra persona". Ese fue el punto de partida.
Comenzamos a ir a las reuniones de ALA. Para ser sinceros, eran más bien juntas de amigos que querían hablar de sus penas, rabias y, por supuesto, sus animales. Ya pueden imaginar cómo me gané pronto la fama de ser gruñón, serio e incapaz de pasársela bien... porque si se trabaja para cambiar el mundo, pues se trabaja. Leonora también tenía un tono, lucidez y talento en la palabra que la convirtió en líder en muy poco tiempo. Comenzamos a organizar acciones, reclutar gente nueva, leer más, contactarnos con quienes hacían mejor estas acciones en otros países. Tratamos de no sólo hacer algo por los animales, sino conseguir algo para ellos. Muy diferente enfoque.
No pasó un año y ALA entró en crisis interna. En ese momento existían grupos de la organización en cada gran ciudad de España, pero los más relevantes estaban en Madrid, Bilbao y Barcelona. La crisis se llamó veganismo. Los de la capital y vascos estaban leyendo a Peter Singer, Tom Regan y Gary Franccione. Tenían intención de dar un paso adelante para llevar el activismo a un compromiso más coherente, preparado y en armonía con lo que sucedía en otros países. Recuerdo esa reunión vagamente. Leonora tomó la palabra muchas veces y dejó sentamos a los más vociferantes con su elocuencia y severidad. Estaban presentes las tres grandes del animalismo local: Graciela Candela, Montse del Olmo y Nieves Camarero. No voy a enumerar a todos, porque seguro me dejaré gente. Sólo puedo decir que por ahí hay una foto, que he perdido, dónde estamos casi la totalidad de quienes fundamos organizaciones que hoy cambian el mundo por los animales.
De esa reunión quedó claro que todos debíamos ser veganos y que por razones de eficiencia, era mejor trabajar de manera local y no a nivel estatal. Así nacieron Libera! y lo que luego fue Equanimal e Igualdad Animal. Aún el momento de AnimaNaturalis no llegaba. "¿De verdad nos haremos veganos? ¿nunca más helado?", me dijo Leonora. "Me temo que es algo inevitable", le respondí.
Estaba sucediendo tanto y tan rápido. Había tanto por leer y era complicado de conseguir. Prácticamente todo estaba en inglés y la única herramienta digital con la que contábamos era el correo electrónico, algunos foros y el messenger de MSN. Era la prehistoria de lo digital, como dije antes. Esta dificultad de encontrar la abundancia de conocimiento y experiencias, me llevó a imaginar una página web que publicara en castellano todo lo que estábamos descubriendo, dedicada a todos los que querían hacer algo por los animales en Iberoamérica. Así nació "AnimaNaturalis". Era una palabra que encontré por ahí, creo que de Aristóteles, que describe el alma que comparten todos los seres de la naturaleza. Sé que es trabalenguas, pero en ese momento me pareció cool.
Leonora Esquivel y Francisco Vásquez, veinte años después.
Al poco tiempo nos comenzaron a llegar un montón de correos de personas indignadas de todas partes de España y Latinoamérica. Enojadas porque AnimaNaturalis no estuviera haciendo nada por los animales en sus países y regiones. No éramos nada entonces. Solamente éramos una pareja en un piso de estudiantes. Una pareja frente a un portátil con un enorme sentido de responsabilidad por lo que aún estaba por hacer. Así comenzó la organización que cumple ahora 20 años. Ese 10 de marzo de 2003.
Con el afán de seguir aprendiendo cómo hacer mejor activismo, Leonora se fue a hacer un interinato en la sede central de PETA, en Norfolk. Yo seguí leyendo de comunicación de masas, marketing, manejo de medios, actualizando nuestra web, programando en tiempos muertos del trabajo, cuidando a los gatos, haciendo mi propia leche de soja y cosas así de mártir del veganismo... jaja. Hicimos nuestras primeras acciones, mejorando la puesta en escena, enfocando los esfuerzos para que la prensa multiplique nuestro mensaje, usando los lemas como munición y no como catarsis, profesionalizando cada paso, tratando de conseguir recursos y creando más grupos de acción locales.
Creo que ya se hacen una idea. 20 años atrás, así comenzó todo. Los éxitos y el crecimiento de la última década están muy bien documentados y pueden leerlos sin necesidad que yo les repita cada avance en este texto. Sólo quiero terminar diciendo que Leonora y yo no somos AnimaNaturalis. Tú que lees esta página, eres AnimaNaturalis. Si en tu corazón hay espacio para los animales, tu mente está hambrienta para aprender cómo lograr tu objetivo y tienes la pasión necesaria para no detenerte en el primer tropiezo... tú eres AnimaNaturalis.
Muchas gracias por tener la gentileza de leer hasta aquí. Otro día más. Un abrazo.
Necesitamos tu apoyo
AnimaNaturalis existe porque miles de millones de animales sufren en manos humanas. Porque esos animales necesitan soluciones. Porque merecen que alguien alce la voz por ellos. Porque los animales necesitan cambios. Porque en AnimaNaturalis queremos construir un mundo más justo para todos.
Las donaciones puntuales y periódicas de nuestros socios y socias son la principal fuente de nuestros fondos.