Una nave típica mide 150 metros de largo por 14 de ancho y alberga 30 mil pollos o sea 0.06 m2 por cada ave. Las exportaciones mensuales que salen ahora de Antioquia mensualmente sacrifican 600.000 pollos para cumplir con el pedido únicamente de las patas. Al entrar a estos galpones se siente una fuerte sensación de ardor en los ojos y en los pulmones. Es por el amoníaco que desprenden los excrementos de las aves que se amontonan en el suelo hasta que llega la nueva pollada luego del sacrificio de la anterior. Estos elevados niveles de amoníaco provocan en las aves enfermedades respiratorias crónicas, llagas en las patas, ampollas en el pecho. Hacen que les lloren los ojos y, en los peores casos muchas terminan ciegas. El proceso de engorde las lleva a que mantenerse en pie les cause dolor, por lo cual pasan mucho tiempo echadas sobre el lecho de excrementos. La búsqueda incesante de la mayor producción en el menor tiempo tiene un precio: el desarrollo óseo es menor que el de los músculos y la grasa.
El profesor John Webster de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad de Bristol asegura que “los pollos son los únicos animales de cría que sufren dolores crónicos durante el último 20% de su vida. No se mueven, pero no porque estén hacinados, sino por lo mucho que les duelen las articulaciones”. A veces se les rompen las vértebras, lo que les provoca parálisis lo cual no les permite llegar hasta el alimento ni el agua y mueren de inanición o de sed. Según el mismo profesor dada la inmensa cantidad de animales afectados -casi 9000 millones en Estados Unidos- la producción industrial de pollo es “tanto por su magnitud, como por su gravedad, el ejemplo más claro y sistemático de trato inhumano por parte del hombre a otros seres sensibles”.
El doctor Mohan Raj, investigador del Departament of Clinical Veterinary Science de la Universidad inglesa de Bristol ha registrado la actividad cerebral de los pollos tras varios métodos de aturdimiento y ha comunicado sus resultados en publicaciones científicas asegurando que “con los sistemas eléctricos de aturdimiento existentes , es muy probable que la mayoría de los pollos estén conscientes y sufran dolor cuando los matan” esto porque aplicar una corriente que los dejara inconscientes perjudicaría la calidad de la carne.
Documentos obtenidos Bajo la Ley Freedom of Information indican que solo en Estados Unidos tres millones de aves terminan cayendo vivas en los tanques de agua hirviendo. O sea 11 pollos escaldados vivos mientras se lee este artículo.
Ha sido registrado en video cómo trabajadores arrancan cabezas de pollos vivos que no han sido degollados por la máquina…
Un zootecnista dedicado a estas industrias ha dicho “si la gente conociera estos métodos muchos de ellos hasta podrían dejar de comer pollo y quizá cualquier clase de carne”.
(Para mayor información consulte Somos lo que comemos de Peter Singer y Jim Mason editorial Paidós).
Por
Anibal Vallejo Rendón
Presidente de la Sociedad Protectora de Animales, Medellín
Periódico El Mundo
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