Bogotá , Colombia. La semana pasada en Bogotá, capital de Colombia, una llama parió en medio de la calle, en pleno centro de la ciudad, ante la mirada de cientos de transeúntes. Minutos antes había sido obligada a cargar turistas que pagaron por fotografiarse sobre ella. Pese a los insistentes llamados de ciudadanos, la Alcaldía no socorrió a la llama ni a su cría. Ambas fueron retiradas del lugar por la misma persona que vive de su explotación.
Estas llamas son mantenidas horas a sol, pese a ser animales de tierra fría. A veces incluso les ponen zapatos, afectando su columna vertebral, estabilidad y bienestar. Todas son explotadas día tras día como objetos de “atracción turística”.
La misma vida miserable llevan los cuyes que son forzados a “hacer carreras” en la principal vía de la ciudad (carrera séptima). Sus días transcurren entre esta explotación (apuestas), el transporte en maletas, el hacinamiento y la reproducción forzada. Por ser animales sensibles al ruido y al movimiento, pueden padecer elevados niveles de angustia y estrés.
Un espectáculo similar es realizado con perros que son disfrazados y obligados a hacer piruetas que afectan su salud. El estrés que les causa la multitud y el forzamiento es evidente en su comportamiento nervioso y temeroso.
También se ven en las calles ventas de “pollitos de colores” tinturados con anilinas y químicos que inevitablemente los llevarán a muerte en menos de una semana. Por supuesto, son separados de sus madres prematuramente. Su carácter en extremo sensible y la exposición forzada a la algarabía y a la bulla de la ciudad, acrecienta su estrés y riesgo de muerte.
Estas cuatro situaciones tienen en común ser actividades de lucro que se realizan en vías públicas de Bogotá y están basadas en el maltrato y el sufrimiento de animales.
El alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa (2016-2019), al igual que los mandatarios anteriores, ha sido indiferente a estas situaciones.
Por eso, hoy le exigimos que (1) ponga fin a estas formas de explotación de animales, (2) los decomise para brindarles protección e (3) implemente alternativas económicas para quienes se lucran de su maltrato.
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