(Panorama) Un hombre va caminando con una serpiente enrollada en su brazo izquierdo, la tragavenado es una cría de unos 50 centímetros. Una gorra oculta parte de su rostro mientras recorre los pasillos oscuros llenos de tarantines y buhoneros regateando. El vendedor de estas especies silvestres las comercializa dentro del mercado Las Pulgas, en la avenida Libertador del centro de Maracaibo.
Explica, a cualquiera que se le acerca, que son culebras reales, pero advierte con cierto toque de ironía que “no matan”. Alega que fue cazada en medio de los manglares de Santa Rosa de Agua. Muestra sus colmillos mientras sujeta la cabeza con fuerza y vuelve a repetir que no es mortal, intenta convencer a los clientes. Algunos huyen con solo ver la cola del animal, otros más curiosos, se acercan para detallarla. Cada una cuesta entre 12 mil a 20 mil bolívares, el precio depende del tamaño.
El comercio de la fauna silvestre a cielo abierto que se vive en el mercado popular es ilegal y quien venda alguna especie exótica podría pasar hasta cinco años de cárcel o pagar una multa de cinco mil unidades tributarias, el equivalente a un millón 500 mil bolívares. Pese a la existencia de una ley que regula y sanciona la actividad en el país, la comercialización se hace frente a policías y militares. Nadie le pone el cascabel al gato.
Guacamayos y monos son los animales que más se tratan de vender en el mercado Las Pulgas. La cadena de “distribución” en el tráfico comienza cuando el animal es sacado de su hábitat natural y llevado, bajo ningún protocolo ambiental, hasta el centro de Maracaibo. Pasillos adentro, es negociado a un vendedor, a un costo menor, y éste a su vez es quien lo ofrecerá a un precio mayor. Un guacamayo de múltiples colores puede valer hasta 100 mil bolívares y un pavo real que muestre un abanico de arcoíris llega a costar 150 mil (poco más de dos sueldos mínimos).
El tráfico de animales implica el transporte de la fauna. La persona que viene con uno o dos se la denomina comerciante. Extrae animales de su hábitat para venderlos en la ciudad, equívocamente, como "mascotas".
La serpiente es una de las especies de reptiles con mayor frecuencia comercializada en el país para ser usada como mascota. También es capturada para usar su piel artesanalmente y es empleada en cultos religiosos.
Existe una falsa creencia de que los animales salvajes pueden ser “amansados”, por lo que cada vez hay más frecuencia en personas que adoptan estos tipos de animales como sus mascotas, acarreando un peligro.
“Los animales considerados domésticos han pasado por una selección de miles de años. Pese a que un animal salvaje pueda estar ‘amansado’ siempre tendrá su instinto dentro, es por ello que a veces se ve un caimán que ataca al captor”, explica el veterinario zuliano Orlando Gómez, derrumbando el mito.
Como Toto es conocido un vendedor de animales en Las Pulgas. En lo más cercano al Malecón, está su venta, dentro del mercado marabino.
Detrás de jaulas oxidadas con gallos, gallinas, palomas y pavos, se esconden varias especies de serpientes y guacamayos. No las exhibe por precaución ante las autoridades, está consciente del riesgo en el que está metido al vender los animales salvajes, pero prefiere asumirlo. Están escondidos.
Cuando alguien llega a su tarantín de varios metros de largo, él busca el animal y lo muestra. “A veces hay semanas que no me llegan los animales. En ocasiones solo los vendo por encargo, todo lo que me encarguen lo consigo”, dice el trabajador informal de unos 50 años.
En otro pasillo, a unos cuantos pasos, hay una mujer de rasgos wayuu que ofrece un mono araguato por 80 mil bolívares. Solo acepta efectivo.
El pequeño animal solo lo obtuvo la vendedora quitándole la vida a la madre. Las monas son muy buenas madres, la única forma de quitarle una cría es matándola.
Los monos capuchinos además que son también altamente comercializados, son una de las especies que más llega al Zoológico Metropolitano del Zulia por donación de personas al sentir que no pueden tenerlas más en sus hogares. “Los monos cuando se tornan inmanejables, empiezan a agredir a los humanos. Es un animal que tiene una de las mordidas más severas, porque golpea y desgarra a la vez. Cuando empieza a ser inmanejable los dueños los traen”, expone Orlando Gómez.
El especialista añade que los primates y los seres humanos se puede pueden transmitir enfermedades mutuamente como herpes, rabia, parasitosis y tuberculosis. “Una simple gripe que tengamos al transmitírsela a ellos puede ser más graves”, comenta.
Hay personas que no consideran la venta de animales silvestres como un problema y la mayoría no tiene claro qué especies entran en la categoría de “silvestres”. Según la Ley de Protección de Fauna Silvestre, se consideran de esta especie los mamíferos, aves, reptiles y batracios que viven libremente y fuera de control del hombre en ambientes naturales y que no puedan ser objeto de ocupación sino por la fuerza. También se incluye en este grupo cierta clase de animales acuáticos que aunque no están reflejados en la ley, forman parte del comercio ilegal.
El artículo 77 del estamento jurídico estable una sanción con prisión de tres a cinco años o multa de tres mil unidades tributarias a cinco mil unidades tributarias a “quien practique la pesca o la caza de ejemplares de la fauna silvestre o comercialice ejemplares vedados o poblaciones de especies vulnerables, amenazadas o en peligro de extinción, o que sin estarlo, sean puestas en tales condiciones, cualquiera fuere la zona de la perpetración”.
El depredador hace caso omiso a la ley, la desacata en su totalidad. Entre carnaval y Semana Santa, el comercio ilegal de pichones de pericos churita, vivitos y carasucia aumentan, ya que coincide con la época de reproducción de éstas especies. Al haber movimiento de turistas por el asueto vacacional, los traficantes aprovechan para venderlos a su merced.
El mapache, un mamífero que habita fundamentalmente en manglares y zonas cercanas a ríos, también sufre la persecución del comercio ilegal.
La lista es larga. Los cunaguaros, una especie felina autóctona es vendida como gatos, pero cuando crecen los dueños se dan cuenta de la estafa. Suelen ser violentos, felinos al fin y al cabo.
El problema tiene todo tipo de implicaciones: la venta de criaturas para domesticarlas lejos de su hábitat, la pérdida de la biodiversidad en el país, el peligro de extinción de las especies, el riesgo de enfermedades y el sufrimiento de los animales.
“Un hombre compró hace un mes un par de flamingos: los dos le costaron 300 mil bolívares. Dijo que eran para tenerlos en el jardín de su casa”, contó casi en susurro, el vendedor de los animales en Las Pulgas.
Expertos coinciden en que la venta de animales silvestres seguirá proliferándose y viéndose de forma “normal” en los pasillos del mercado zuliano, mientras que exista la llamada “impunidad ambiental”, una verdadera inacción de los organismos encargados.
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