Aitor Garmendia ha accedido a más de 30 granjas de cerdos ubicadas en el Estado español junto a un equipo de investigadores/as anónimos/as, y contando con el veterinario Alfonso Senovilla, que supervisó el informe.
La serie fotográfica obtuvo el 1er premio de su categoría en el Pic of the Year, en la que muestra cómo las leyes de bienestar animal se vulneran en cada una de las fases productivas de las granjas industriales, constatando todo tipo de irregularidades. Cerdos con dificultades en la movilidad, heridas abiertas, articulaciones con necrosis o cadáveres de lechones aplastados son algunas de las incidencias recogidas en la investigación.
“La desatención veterinaria, el incumplimiento de la ley de bienestar animal y los abusos descritos a continuación no son casos aislados, sino parte inherente a los sistemas de explotación y cría industrial de animales.”, explica en su página Tras los Muros.
El sector porcino en España
Con una población superior a los 30 millones, el sector porcino español se ha consolidado como el mayor productor de cerdos vivos de la Unión Europea, sólo por detrás de China y Estados Unidos. En julio de 2019 comenzaba su actividad en Binéfar, en la provincia de Huesca, un macromatadero, la mayor planta de despiece de cerdos de toda Europa. Se estima que lleva a la muerte a 160.000 cerdos a la semana. A ese ritmo, es fácil imaginar la explotación a la que se somete a esos pobres animales. La industrialización del sector hace que maltrato animal esté sistematizado y la transparencia brille por su ausencia.
A pesar de ser el mayor productor de cerdos vivos de la Unión Europea, el Estado español ocupa el segundo lugar, detrás de Alemania, en animales enviados al matadero (52.982.310 en el año 2019) y en toneladas de carne producida (4.641.160 en el año 2019).
Pero en estas cifras no se contabiliza a los animales que son matados en la propia granja por razones de productividad o que no resisten las condiciones de la explotación. Solo en la fase de maternidad, las bajas pueden superar el 20% de las camadas. Esto supone que millones de cerdos mueren cada año antes de llegar al matadero.
Publicidad engañosa
Las imágenes de la investigación llevada a cabo por Garmendia revelan al público una imagen contraria a la que proyecta la industria cárnica en sus campañas de publicidad. Estas imágenes, que dejan al descubierto las prácticas ganaderas reales, han logrado amplificar un debate social que las corporaciones cárnicas ya no pueden evitar.
Pese a todo, mediante el diseño de costosas maniobras de propaganda y su influencia en los poderes públicos y medios de comunicación, la industria ganadera trata de adueñarse del relato, influyendo así en la opinión pública e impidiendo el ejercicio del derecho a la información.
Y es que esta cruel industria invierte millones de euros en propaganda con el fin de proyectar una idea que no se ajusta a lo que sucede en realidad.
La investigación ha podido documentar, sin permiso de los responsables, todas las fases de la explotación de cerdos.
Cría intensiva
Más del 95% de la carne de cerdo que se consume en el Estado español proviene de sistemas de cría intensivos.
De forma independiente a su tamaño o a su estructura en fases, la calidad de vida de los cerdos se ve comprometida en cualquiera de ellas, sean estas macrogranjas o pequeñas instalaciones gestionadas por familias. En sus naves, los cerdos destinados a la producción de carne son estabulados sobre suelos de hormigón en condiciones de hacinamiento e insalubridad, y las hembras seleccionadas por su capacidad reproductora pasan parte de su vida atrapadas en armazones de hierro. El confinamiento impide el comportamiento natural de los cerdos que, al igual que sus ancestros, deben poder desarrollar para su bienestar. La frustración de sus intereses y necesidades desemboca en numerosos problemas de salud.
Al contrario que otras especies, los cerdos carecen de glándulas sudoríparas y su capacidad para disipar el calor es muy limitada. Si disponen de las condiciones adecuadas, buscan lugares frescos, arroyos y charcos donde darse baños de lodo o descansar. Sin embargo, en las granjas de cría intensiva las temperaturas pueden llegar a ser muy altas (algo común en los meses calurosos) y ante la imposibilidad de acceder a un lugar donde refrescarse, no tienen más opción que revolcarse entre sus excrementos.
También, el aire que se respira en los galpones es insalubre.
Muchos cerdos no soportan las condiciones de explotación y mueren en la granja.
El área de gestación
La explotación industrial de cerdos comienza en las salas de gestación, donde las cerdas son inseminadas y encerradas en jaulas individuales durante periodos intermitentes de varias semanas. Estas naves carecen de zonas con superficies amortiguadas en las que puedan descansar. El pavimento es duro, de hormigón, con aberturas dispuestas para facilitar la evacuación de las heces y orines que no siempre evitan la acumulación de excrementos en la zona trasera de algunas jaulas. Con una dimensión aproximada de dos metros de largo y sesenta centímetros de ancho, las jaulas individuales restringen severamente los movimientos de los animales e impiden su comportamiento natural. No pueden darse la vuelta ni relacionarse con otras cerdas y sus cuerpos pueden llegar a superar la anchura de las jaulas.
Días después del destete de los lechones, vuelve a ser inseminada. Este ciclo se repite durante toda la vida productiva de la cerda. Cuando se considera que ha perdido su eficiencia reproductora es enviada al matadero.
El destete
En los sistemas de confinamiento, el destete sobreviene a los lechones de forma abrupta, cuando son separados de su madre y trasladados al área de transición entre los 21 y 28 días tras el parto. Se realiza en unas circunstancias donde aún existe un fuerte vínculo con la madre y en las que, de manera natural, seguirían lactando. En los momentos posteriores a la separación, los lechones emiten vocalizaciones de manera intensa. Estas respuestas se dan con mayor frecuencia en los que han sido destetados de forma más prematura y puede que indiquen angustia por la separación de su madre.
Mutilación de genitales, rabo y dientes
A pesar de que la propia legislación identifica los citados procedimientos como causa de sufrimiento, no sólo los autoriza, sino que también permite que puedan llevarse a cabo sin anestesia antes del séptimo día de vida.
El área de transición hacia la muerte
Tras el destete los lechones se trasladan al área de transición o se cargan en camiones rumbo al matadero. También pueden ser trasladados a otra explotación donde se completa su proceso de engorde.
En estas salas, se congregan numerosos animales, procedentes de diferentes camadas, lo que favorece que haya disputas por "una nueva jerarquía grupal" que se resuelven con violentas agresiones. La normativa establece que cada ejemplar de 20 kg debe disponer de una superficie mínima de 0,20 metros cuadrados, es decir, menos de cuatro folios por animal. En ese espacio tan reducido, los animales comen, orinan y defecan.
Cuando los lechones han alcanzado un estado de madurez física son trasladados al área de cebo, la última etapa antes del matadero.
El área de cebo
La última etapa de la explotación en la granja transcurre en el área de cebo, donde los cerdos permanecen alrededor de 140 días hasta su traslado definitivo al matadero.
En las últimas semanas, cuando los cerdos están a punto de alcanzar su peso máximo, las condiciones higiénicas y de hacinamiento alcanzan su estado más crítico. El suelo se encuentra cubierto de suciedad, excrementos y orines, el olor resulta desagradable y difícil de soportar (incluso provistos de mascarillas), y es habitual encontrarse con poblaciones de cucarachas y roedores.
Durante su estancia en el área de cebo los cerdos padecen numerosos problemas de salud, como afecciones en el sistema respiratorio, caudofagia y canibalismo, prolapso rectal, tumefacciones anormales (abscesos y hernias) y afecciones oculares.
Esta es la realidad de la industria del cerdo. No se trata de casos aislados. Y es que Aitor acaba su investigación con estas palabras, extraídas de una revista ganadera publicada en los años setenta, que describen con acierto la función histórica que ha sido asignada a los animales destinados a servirnos de alimento: «Olvidemos que el cerdo es un animal. Tratémoslo como a cualquier otra máquina de la fábrica».
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