Los festejos populares y las corridas de toros ya no son rentables. En la década previa a la pandemia, se registró un descenso en la asistencia a dichos espectáculos del 47% y el 46%, respectivamente. Si además tenemos en cuenta que el 20% del público acude gratis y que la reventa se ha reducido hasta la décima parte (de 90.000 a 9.000 entradas adquiridas de este modo), la conservación de estos monstruosos edificios no sale a cuenta.
Entre 2009 y 2019, los festejos crueles en las plazas se redujeron de 2.684 a 1.425, y de 648 a 349 en el caso de las corridas de toros, según apunta el Anuario de Estadísticas Culturales del Ministerio de Cultura.
La mayoría de las plazas de toros están declaradas Bien de Interés Cultural (BIC) y fueron construidas en el siglo XIX o a principios del siglo XX en zonas céntricas de las ciudades. Por esta razón, las administraciones públicas se ven obligadas a conservarlas en buen estado, aunque también se plantean cada vez más alternativas para reutilizarlas de acuerdo con los nuevos tiempos.
Varios municipios españoles ya han echado el cierre de estas construcciones pasadas de época y algunos las han reconvertido con éxito en espacios que vuelven a llenarse de vida, dejando atrás el horror que antes acogieron. Es el caso de Las Arenas de Barcelona, transformada en un centro comercial que ha respetado su arquitectura y fachada emblemáticas.
En otras ciudades aún está por decidirse el futuro de las ruinosas plazas, como sucede en Cáceres, Gijón o Getafe, cuyos tendidos amenazan con colapsar. Mientras tanto, Benidorm ha aprobado recientemente una partida de 13,7 millones de euros que se destinarán a reformar su plaza en un espacio cultural, donde se incluirán espacios como una biblioteca y un centro juvenil. Situaciones semejantes se están dando en Éibar o Alcúdia, que se plantean convertirlas en centros multiusos.
Otras plazas, como las de Écija y Plasencia, han quedado huérfanas al no encontrar ninguna empresa que se interese por su gestión, o permanecen cerradas por la imposibilidad de llegar a un acuerdo entre las instituciones, como ocurre en Utiel. En el caso de Oviedo, la plaza de Buenavista cumple ya 15 años clausurada.
El problema que se plantea a las diputaciones y ayuntamientos es la existencia de convenios que los fuerza a preservar estas edificaciones obsoletas durante el plazo contratado. El hecho de que se consideren BIC también ralentiza los procesos de transformación, además de los elevados costes que pueden generar las obras.
En todo caso, la pérdida creciente de interés por parte de la sociedad en los festejos crueles apunta a que, progresivamente, iremos viendo cada vez más plazas de toros transformadas en lugares de los que toda la ciudadanía pueda disfrutar.
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