El mundo está cambiando, la sociedad está cambiando, nosotros estamos cambiando, pero ellos siguen sufriendo. En estos últimos años hemos hecho muchos avances con respecto a los derechos de los animales. Estamos consiguiendo la prohibición de festivales salvajes y crueles, la aprobación de nuevas leyes que protegen a cientos de animales, vivos, a los que antes se les trataba como la más insignificante basura. Estamos haciendo un cambio… aunque he de decir que aún no es suficiente.
Como estudiante de instituto, desgraciadamente debo afirmar que no está habiendo ningún tipo de cambio, avance, con respecto a los animales en los colegios. Estoy segura que todos vosotros -o al menos una grandísima mayoría- ha utilizado alguna vez animales en clase de ciencias, que habéis acudido a un zoológico o a uno de esos “centro de cuidado de animales” en el que te cobraban un billete al entrar con vuestro colegio; tristemente yo también me he visto extremadamente presionada por mi colegio a hacerlo. Y lo peor de todo es que ponen la absurdísima excusa de que lo hacen por el aprendizaje de los jóvenes, para que aprendan a cuidar y respetar la naturaleza. Aunque claro, siempre viéndola tras una ardiente barrera de hierro irrompible.
En los colegios no estamos avanzando
En los colegios no se está avanzando, no se está mejorando, en todo caso se está yendo hacia atrás.
En mi colegio, cuando hablamos sobre temas como los zoológicos, o algo tan general como el cambio climático, siempre nos dicen que estamos ayudando limpiando la playita, recogiendo basura del campo, trayendo perritos de la protectora de animales un rato al colegio... Sinceramente creo que las personas que organizan estas actividades las hacen desde el corazón, y desde su interior sienten que están ayudando. No es mi intención tirar por tierra el tremendo esfuerzo que hacen, pero cuando estoy allí viendo a tantos jóvenes recogiendo basura me pregunto: ¿Cómo puede esto ayudar… un día y otro y otro? Os lo digo en serio: hemos ido a la playa a recoger basura por lo menos diez veces este año, ¿alguien me explica cómo es posible que las personas vuelvan a ensuciarla una y otra vez, pero que se diga que estamos ayudando? ¿Soy la única que ve un problema en esto? Si de verdad estuviéramos ayudando tan solo bastaría con limpiarla una vez y no volver a ensuciarla.
Exactamente lo mismo pasa con los animales: todos los años traen al colegio a una protectora de perros para que nos de una charla de quince minutos sobre que no se debe abandonar animales, que son seres vivos que forman parte de nuestra familia, que no se les debe maltratar, que tienen derechos, para posteriormente enseñarnos cachorritos en el patio del recreo y que a todos se nos caiga la baba de ver tremendas preciosuras. ¿Pero de qué nos sirve tanta instrucción si luego se planean cinco viajes a zoológicos (por cierto, zoológicos que acumulan denuncias por malos tratos a los animales)? Es una completa incoherencia… ¿o es que estamos diferenciando animales salvajes de domésticos? En este caso surge una tremenda contradicción en la enseñanza que se le está dando a los niños, sin poder dilucidar entre lo que está bien y lo que no lo está.
Convirtiendo el horario lectivo en maltrato animal
Tuve un problema en mi clase de biología ya que, como he dicho antes, a todos nos ha tocado alguna vez un profesor que decidía traer hormiguitas, ranas, gusanos…etc a clase para hacer experimentos con ellos. Hubo un tiempo en el que mi profesor decidió traer cochinillas a clase para hacer un experimento y observar qué tipo de ecosistema les gustaba más. Como ya me conocía, me dijo antes de comenzar la clase que las había cogido del patio de su casa y que las iba a devolver al final de la semana. Pero el problema es que al sacar de su hábitat a cualquier animal, en este caso insectos, aún sin hacerles daño, ya se está afectando de forma irremediable su vida, sola y únicamente por nuestro bien propio, tirando cualquier atisbo de ética a la basura (sí, junto a la de la playita) convirtiendo el horario lectivo en maltrato animal. De hecho, no tiene ninguna justificación pues hay estudios científicos que demuestran que los jóvenes que trabajan con simulaciones de ordenador en lugar de con animales vivos tienen mayor rendimiento en la escuela: La justificación pedagógica a favor del uso de animales en la educación tendría que demostrar que es una opción didácticamente más efectiva para que los alumnos aprendan. De hecho, distintos estudios de investigación educativa han mostrado superioridad del aprendizaje
usando simuladores informáticos sobre la práctica de laboratorio (cfr. Finkelstein et al.,2005), Ortiz Millá, Gustavo. “Víctimas de la educación. La ética y el uso de animales en la educación superior”, Revista de la Educación Superior, vol. XLV (1), núm. 177, (2016) :147- 170
Y aunque no fuera así, no es excusa para entrar en el hogar de unos animales indefensos, arrancarlos de su hábitat y llevarlos a un laboratorio para hacer experimentos con ellos. Porque no sé qué se os ocurre a vosotros pero yo a eso lo llamo falta de humanidad. Y eso si aún puede llamarse así, porque en absoluto nosotros como humanos nos hemos ganado el titulo de animales con más piedad y bondad de la Tierra.
No te calles, alguien te escuchará
Continuando con mi experiencia, hablé con mi profesor de biología y él entendió y accedió a no traer más animales vivos el siguiente curso, pues eran prescindibles para los experimentos. Realmente quedé impresionada en aquella charla con mi profesor y mi respeto hacia él se multiplicó por mil pues un señor adulto, con una carrera de biología a sus espaldas y muchos años de experiencia en colegios, se había parado a escuchar a una niña, una simple niña de un colegio lleno de alumnos. Me escuchó, me entendió y buscó la forma de no traer más animales vivos enseñándonos en clase exactamente lo mismo que hacía antes. Y yo entendí que no debemos quedarnos callados: que hablando, solicitando, escribiendo, podemos cambiar las cosas… todos y cada uno de nosotros podemos hacerlo pues siempre hay alguien que tiene el poder, y que está lleno de bondad, que va a pararse a escucharte. Y aunque esto fue un pequeño pasito hacia delante, vuelvo a decir que no es suficiente.
El año pasado mi colegio organizó una visita al LoboPark. Al no estar de acuerdo con esta decisión, decidí ponerme en contacto con mi tutor, el director de mi colegio y el organizador del viaje que en este caso era mi profesor de biología. Les presenté mis ideas en un escrito y expliqué por qué este viaje era un absoluto abuso y maltrato animal apoyándome en numerosos estudios científicos. Tuve la oportunidad de obtener permiso para hablar a mi clase y también me autorizaron a realizar una recogida de firmas dentro del colegio y por fin conseguí, con ayuda de AnimaNaturalis, que el colegio y la directiva prometieran no volver a visitar ningún lugar en el que se encontraran animales encerrados.
Este año con la entrada de un nuevo director todo esto ha dado un giro de 180 grados, pues parece que las promesas que se hacen son insignificantes si están hechas a una niña y no a un adulto. Todo el trabajo conseguido el año pasado ha quedado en cenizas después de retomar los viajes escolares a zoológicos sin discutir ni una sola palabra, todos los acuerdos troceados y todas las palabras tachadas. En serio, este problema se parece más a una pelea entre dos niños que a un asunto formal entre alumno y directiva.
Aprendizaje tras verjas de metal
Lo más triste es que puedo afirmar que todas y cada una de las veces que he compartido con alguien en mi colegio el error de ir a estos centros y zoológicos, me han dado la excusa de que los animales están perfectamente cuidados, en magnificas condiciones, con comida por delante y, por supuesto, la que nunca falla: “vamos a estos centros para que los niños vean y aprendan a cuidar a los animalitos, es por educación y ciencia”. Creo que nunca en mi vida he respondido más veces a una frase que a esta y eso que su respuesta es, en mi opinión, muy simple. Para explicarlo voy a daros un ejemplo muy sencillo que puede que parezca duro y fuera de contexto al principio, pero es la pura verdad. Actualmente, estamos luchando mucho por los derechos de las mujeres, pero vengo a hacer una pregunta. ¿Para aprender a cuidar y respetar a las mujeres, las metemos en jaulas y vamos a un zoológico a verlas? La respuesta es obviamente “no”. ¿Entonces, por qué está bien visto meter a los animales en jaulas e ir a un zoológico a “aprender a cuidarlos y respetarlos” pero no lo está hacerlo con las mujeres? Pues es muy simple: porque es descabellado ya que no se está hablando de animales salvajes y sin sentimientos; porque para nosotros -los humanos- uno de estos dos seres es simplemente insignificante.
Y si pensáis que esta comparación es muy atrevida, dejadme deciros que en 1889 se exhibió a una niña Sami (habitante de Laponia) en el zoológico de París. ¿Por qué? Pues para aprender de su comportamiento y diferente aspecto a lo que estaban acostumbrados. Pero si aún así os parece que hace demasiado tiempo de eso y creéis que hemos evolucionado ya, dejadme deciros que en la feria mundial de Bruselas, en 1958 (hace nada), exhibieron a una niña congoleña en un zoológico humano, dentro de una jaula para que la gente la tocara y le diera de comer, como si fuera un perrito perdido que encontramos por la calle. ¿Por qué? De nuevo, para aprender de su comportamiento y por su aspecto deferente (piel oscura) al que no estaban acostumbrados. Que casualidad que son las mismas excusas que utilizamos ahora nosotros para justificar el ir a una cárcel camuflada de animales, el llevar a niños pequeños a que los vean allí encerrados y lo normalicen eliminando de su ética cualquier sentimiento de explotación, el secuestrar a los animales de sus hábitats y encerrarlos entre verjas de metal.
¿De quién es la responsabilidad?
Los colegios son los responsables, aparte de los padres, de hacer que los niños tengan una educación digna. No solo de matemáticas, historia, física… sino también de valores como la humildad y el respeto por el mundo en el que viven. Los colegios tienen la obligación de enseñar a los niños que cuidar la Naturaleza no significa encerrarla a nuestro antojo para observarla, sino de hacerlo allá donde Ella vive. Sin lugar a dudas están haciendo todo lo contrario al llevar a los niños a visitas a centros que se benefician de la diversión de los humanos con animales que jamás han tenido la oportunidad de poder decidir; al llevar animales vivos sufriendo a clases de ciencias para que los niños “aprendan”, cuando en realidad lo que están aprendiendo es que maltratar animales es algo normal; al justificar la ciencia y el aprendizaje con el sufrimiento y la desesperación de aquellos que no tienen voz.
Porque el secreto de la enseñanza os aseguro que nunca estuvo en la destrucción, sino en la veneración de la Naturaleza.
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