Llevaba semanas esperando ya este día, el día en el que por fin se acabaría todo. Llevo cinco días sin probar bocado y hace ya doce horas que no bebo ni agua. No tengo fuerzas; no quiero pelear. Hace ya bastante tiempo, tanto que perdí la cuenta, unos hombres llegaron a mi hogar y me separaron de mi familia y de mi hábitat. Aún recuerdo el olor de la hierba fresca por la mañana, el cacareo de los gallos y las carreras que hacía con mis hermanos y, aunque sé que es inútil, aún tengo algo de esperanza de volver… . Ahora lo único que veo por la mañana es el frío suelo gris de cemento y el olor a podredumbre que me atraviesa todo el cuerpo magullado. Cada mañana espero a los hombres que entran en mi celda con palos y me dan palizas. Me golpean a palazos o con sacos de arena los riñones y los testículos y mezclan mi comida con laxantes para debilitarme aún más.
Esta mañana han vuelto y me han untado vaselina en los ojos para que no pueda ver apenas; me han introducido algodón en la nariz para que casi no pueda respirar. Eso por no hablar de los cortes que me han hecho en las pezuñas para luego untarlas con aguarrás y del papel de periódico húmedo que me han colocado en las orejas para hacerme perder los reflejos y el equilibrio. También me han cortado las puntas de los cuernos y los han limado tanto que han empezado a sangrar sin parar. Han tenido que clavarme trozos de madera en los cuernos para disimular el daño que me habían hecho y luego los han cubierto con cera y tierra para ocultar sus mentiras agonizantes. Me han metido en una habitación absolutamente oscura de la que no hay manera de salir. Por no hablar de los golpes… golpes y más golpes, una y otra vez, cada uno quitándome un poco más de fuerza y un poco más de alma. Clavándose como mil agujas en un brutal dolor.
Pero por fin todo eso había terminado… o eso creía yo hasta que, al salir a la plaza, vi la espada con la afilada aguja de hierro que ese hombre sin corazón escondía tras su espalda. Entonces lo supe, no había nada más que hacer: no iba a volver a salir de esa plaza.
Esta es la cruda realidad de la tauromaquia, lo que no nos cuentan de esos supuestamente salvajes animales. Todos sabemos lo que pasa después, el daño y la crueldad que se le entregan al toro, pero todo el abuso y maltrato previo a la corrida es un secreto oculto entre mentiras que no conviene que sea desvelado. Pues el sufrimiento del animal no es cosa de un momento, sino que se lleva a cabo con un plan perfectamente desarrollado para que al salir a la plaza no le quede ni el más mínimo atisbo de posibilidad de salir vivo.
Seguro que hacerle estas cosas a un toro os parece algo inhumano, pues son ilegales incluso dentro del reglamento taurino, ¿pero no lo es tratarlo bien y después clavarle espadas en una plaza? Estamos manteniendo una tradición absurda y lo peor de todo es que el único fin de ella es nuestro entretenimiento. Vendemos nuestro país como un país civilizado, con una moral y unos valores, cuanto menos, básicos, pero ¿en qué cabeza cabe que nos estemos manchando las manos de sangre de un animal inocente por diversión? Lo que estamos es vendiendo una farsa de país, cubierto de mentiras, haciendo que los españoles tengamos que mostrar orgullo mientras seguimos asesinando. ¿Cómo se supone que yo, una niña española, tengo que sentirme parte de un país que aún mantiene una “tradición” en la que se asesinan animales? ¿Es que no vemos que lo que hacemos es propio de la prehistoria?
Estamos hablando de vidas, de vidas perdidas cada día por nuestra culpa, vidas que podrían salvarse. Solo en España cada año se torturan 60.000 toros antes de morir debido a la tauromaquia y, os lo aseguro, decir que es por una tradición no nos quita de encima el peso de 60.000 vidas perdidas.
Tras la supuesta muerte del toro (pues normalmente está consciente y agonizando de dolor), las orejas, y a veces el rabo, son cortados y entregados al torero matador como trofeo, premio ganado únicamente por asesinar. El toro ve y siente como lo mutilan, le arrancan partes del cuerpo aún vivo y lo arrastran en un carro tirado por mulas hasta el desolladero... y aún así tenemos la prepotencia de excusarnos bajo el manto de la tradición justificada.
Los toros no son las únicas víctimas de la tauromaquia
Si pensabas que aquí terminaba el sufrimiento de los animales déjame decirte que no es así, pues desgraciadamente los toros no son las únicas víctimas de la tauromaquia. La violencia y brutalidad de estas celebraciones afecta también en gran medida a los caballos, quienes son utilizados como armas de ataque hacia el toro en la plaza. Cuando se ataca al toro desde el caballo, la inicial reacción del toro es la de huir, pues no son animales agresivos. Al ver que no hay escapatoria, la única manera de defenderse es la de atacar. Antes de atacar a la amenaza, el toro avisa, escarbando, con la esperanza de no tener que atacar y de que la amenaza se retire. Al ver que esto tampoco sucede, lo único que le queda al toro por hacer es defenderse atacando al torero, abalanzándose y clavando sus cuerno en el cuerpo del caballo. Normalmente el caballo está protegido por una manta protectora que sirve más de adorno que de otra cosa pues en muchísimos casos el caballo es herido muy gravemente produciéndole hemorragias internas. Muy frecuentemente el toro abre las tripas del caballo de una cornada, pero éstas están ocultas al público bajo el peto “protector”. Y pensaréis, “luego seguro que el caballo puede descansar y es curado”, pues… ¡NO! Al caballo le vuelven a meter la tripas dentro del cuerpo y lo cosen para que vuelva a salir a la plaza de nuevo. ¿A quién le importa? Es solo un caballo viejo y los compradores ya saben que muy probablemente va a morir o va a tener que ser sacrificado tras la corrida.
Y esto no es todo. El sufrimiento del caballo, al igual que el del toro, no empieza al entrar en la plaza, sino mucho antes. A los caballos hay que drogarlos antes de la corrida, a veces incluso usando inyecciones de morfina, para atontarlos y que no puedan huir. Con el mismo propósito se les tapa un ojo, impidiendo así que vean al toro y, por último, se les cortan las cuerdas vocales para que les sea imposible gritar de dolor y que el público no se alarme.
Y tengo el placer de presentarles aquí a los asesinos, los torturadores, ellos, nosotros, los que nos hacemos llamar la raza más inteligente y desarrollada del planeta.
Todo esto se mantiene en secreto, bajo capas y capas de mentiras, bajo un manto de seda en el que se promete una danza entre un caballo y un toro a los extranjeros, muchos de los cuales salen horrorizados tras ver el infierno al que someten a seres vivos. La parte esperanzadora es que la mayoría de la población está en contra de estas fiestas, las cuales se están prohibiendo cada vez en más lugares. En 2021, solo un 34,7% de la población española estaba a favor de los toros, mientras un 21,2% estaba en contra pero no a favor de su prohibición y un 44,1% estaba completamente en contra de estos festejos y apoyaban su prohibición.
Aunque no es lo suficiente, esto es una mayoría de personas que no apoyan la tauromaquia y este número crece cada año a medida que aumenta la educación de la sociedad. Poco a poco estamos consiguiendo que más personas comprendan el dolor y el sufrimiento de los animales en las corridas de toros y en otros festejos con toros en España; poco a poco estamos avanzando como sociedad, visibilizando la crueldad gratuita a otros seres vivos. Es por eso que es responsabilidad de todos, y repito TODOS, concienciar a la sociedad para que cada vez seamos más luchando contra este martirio animal, para que cada vez menos animales tengan que entregar su vida por placeres humanos macabros. Es responsabilidad de todos proteger este planeta y es éticamente prioritario recordar que este planeta no es de nuestra propiedad, que no somos dioses con el permiso de secuestrar animales y asesinarlos en una plaza.
Es responsabilidad de todos evitar que otro toro, aunque sea uno solo, tenga que volver a entrar en la plaza del infierno.
Necesitamos tu apoyo
AnimaNaturalis existe porque miles de millones de animales sufren en manos humanas. Porque esos animales necesitan soluciones. Porque merecen que alguien alce la voz por ellos. Porque los animales necesitan cambios. Porque en AnimaNaturalis queremos construir un mundo más justo para todos.
Las donaciones puntuales y periódicas de nuestros socios y socias son la principal fuente de nuestros fondos.