Hace unos meses, en un festival vegano al aire libre, la noche caía y la gente bailaba rodeada de lucecitas o comía kebabs de soja texturizada ante los puestos de comida o sentada sobre el césped. Pero algunas de nosotras vimos aquella escena propia de anuncio veraniego de cerveza y decidimos pasar de largo. Caminamos por un breve sendero sin iluminar que conducía a una carpa de pocos metros cuadrados donde tres músicos estaban terminando de colocar los cables y los altavoces que ellos mismos habían traído y costeado. Aquel concierto que estaba por empezar parecía un secreto. En cuanto el cantante entonó las primeras estrofas, nos dimos cuenta de que debería haber sido mucho más.
Tras diez años de recorrido, Nu Drama —nombre artístico del rapero catalán Ricard Soler i Roger— presentaba un disco de temática íntegramente vegana. El título de aquel trabajo era Parets de vidre (‘Paredes de cristal’), en referencia a la famosa cita de otro músico, Paul McCartney: “Si las paredes de los mataderos fueran de cristal, todo el mundo sería vegetariano”. Las 15 canciones que Nu Drama presentó aquella noche hacen justamente eso: añadir una capa de transparencia no solo a las paredes de los mataderos, sino también a la distancia física o informativa que nos separa de las zonas desforestadas del Amazonas, los ríos contaminados por los purines en Cataluña e incluso las vidas de les trabajadores de la industria cárnica. También dejan espacio para la alegría que proporciona llevar una alimentación cien por cien vegetal y para la esperanza de que llegue un cambio colectivo de mentalidad. Más que vegetarianizador, el efecto de estas canciones es veganizador.
Parets de vidre está disponible en Spotify desde el 1 de noviembre de 2024, Día Mundial del Veganismo. Te animo a dejar este texto a medias para ir a escuchar el disco ahora mismo, pero si quieres seguir leyendo, volvamos a aquella noche de verano, a aquel festival vegano, a aquel escenario escondido.
Yo me senté en un bordillo y a mi lado dejé en precario equilibrio un vaso medio lleno de limonada con menta. Unos minutos después, el murmullo procedente del escenario principal desapareció bajo las primeras notas de Pantera, una canción dedicada a un gran felino enjaulado. A esta, le siguieron temas como El gronxador (‘El columpio’), que cuenta la historia de un animal que llega en camión a un matadero, o La cinta corre, escrita desde el punto de vista del trabajador de uno de estos mataderos (“alguna vez recuerdo la primera vez / que cogí un cuchillo para degollar a ese cerdo. / La banda sonora de esa nave era terror / y yo estaba mareadísimo”).
Para cuando llegó el turno de la alegre Aire, un niño que había a mi lado se levantó a bailar mientras las personas adultas entre el público nos limitábamos a mover la cabeza y a prestar atención a la letra. Aire, cuyo videoclip fue grabado en el Santuario Gaia, habla de los animales que consiguen escapar de situaciones de explotación y terminan sus días al amparo de los santuarios, esos refugios que tienen como principal objetivo crear vidas felices para cerdos, vacas o gallinas, unas especies que suelen vivir existencias cortas en explotaciones ganaderas —que, al contrario que los santuarios, sí reciben subvenciones públicas. Mientras Nu Drama cantaba “No lo habían vivido antes / no lo habían tenido nunca antes. / No habían tenido espacio, / aún no habían notado el aire / ni el sol, la lluvia o la nieve, / ni el tacto de la hierba en los pies”, mi vaso cayo al suelo. Aparté la vista del escenario y vi en el suelo los dos dedos de limonada que me quedaban. Los había derramado el niño que bailaba, quizás ajeno a lo que supone la existencia de los santuarios y a la suerte que tenía de que lo hubieran llevado a aquel festival y a aquel concierto, pero perfectamente conectado a la esperanza que transmitían Aire y otras canciones de Parets de vidre como Bondat (‘Bondad’) o Tot torna (‘Todo vueve’).
Desde aquel concierto de presentación, he escuchado el disco varias veces. Con el paso de las semanas, he ido descubriendo canciones como Mil (con versos como: “pasa un segundo y matan mil animales en algún lugar del mundo”); El gra (‘El grano’), que pone el foco en la contradicción entre la hambruna que sufren poblaciones humanas con pocos recursos y la gran cantidad de alimento que se requiere para criar animales y producir carne; o Aigua fúcsia (‘Agua fucsia’), sobre la contaminación del agua causada por los purines —los excrementos de los cerdos— en Cataluña. Aunque quizás mi favorita sea Miro el mar, una canción que habla de cómo la fascinación que sentimos cuando vamos a la playa se puede ver ensombrecida si sabemos lo que ocurre mar adentro.
Todas estas canciones tienen en común una mezcla de crítica social y emociones a flor de piel que es la marca de la casa de Nu Drama (un nombre que, por cierto, significa ‘drama desnudo’ y describe a la perfección la honestidad y lucidez de las letras del rapero). Parets de vidre también destaca por un enfoque que se podría describir como veganismo interseccional, pues sus canciones muestran cómo a menudo la crítica a la industria cárnica, aunque proceda principalmente del veganismo, se ve complementada por la mirada anticapitalista, ecologista, antirracista, decolonial y feminista.
El concierto acabó con Jo ho he vist (‘Yo lo he visto’), una canción que hace referencia a eso que el colectivo vegano llama “el clic”: el momento en el que una se da cuenta de que la explotación de los animales es inaceptable y, en consecuencia, ya no puede seguir participando en ella. Así que aquel día, mientras pasaba por el escenario principal del festival para volver a casa, con las palabras de Nu Drama todavía sonando en mi cabeza (“Yo lo he visto. / No puedo hacer como si no lo hubiera visto”), me vino a la mente otra rapera: la tristemente desaparecida Gata Cattana, un exponente de la música feminista española.
No soy experta en rap ni en música, así que quizás fue mi falta de referentes la que me llevó a establecer esa relación (como muy probablemente también me haya llevado a caer en lugares comunes de la crónica musical). Pero sí sé que antes de la última oleada feminista —la que todavía estamos viviendo—, Gata Cattana cantaba sobre leer libros de la feminista marxista Silvia Federici y advertía de que las mujeres se compincharían si no recibían un mejor trato. Por aquel entonces, el feminismo, aunque no gozara de tanta aceptación social como ahora, era un movimiento con un recorrido mucho más largo del que tiene el veganismo en la actualidad. Y aún así las letras de la rapera cordobesa insuflaban energía para seguir adelante con la lucha o, por lo menos, mantener intacta la conciencia de que las reivindicaciones feministas eran justas. Sus canciones lograban abrirnos los ojos. Exactamente lo mismo que hacen hoy las 15 canciones sobre veganismo que acaba de publicar Nu Drama.
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