Las langostas son tan ajenas a los humanos que nos resulta muy complicado imaginar cómo perciben el mundo estos animales. Por ejemplo, las langostas son capaces de "oler" las sustancias quí­micas en el agua con sus antenas, mientras que el sentido del gusto lo tienen localizado en unos vellos sensoriales a lo largo de sus patas.

Sin embargo, las langostas no son tan diferentes a los humanos en otros muchos aspectos:

  • Como los humanos, las langostas tienen una larga niñez y una adolescencia complicada.
  • Las langostas cargan a sus pequeños durante nueve meses, y pueden llegar a vivir cien años.
  • Como los delfines y otros muchos animales, hacen uso de un sofisticado sistema de señales para explorar sus alrededores, a la vez que entablan relaciones sociales.
  • Las langostas viajan largas distancias que pueden cubrir hasta cien millas en viajes estacionales (en el supuesto de que sean capaces de esquivar los millones de trampas que el hombre pone a lo largo de las costas). Desgraciadamente, la mayor parte de las langostas son incapaces de evitar a su principal depredador: el ser humano. Sólo en los EE.UU., se consumen más de 20 millones de langostas cada año.

Ser hervido vivo es muy doloroso

"Como zoólogo experto en invertebrados que ha estudiado a los crustáceos durante varios años, puedo asegurar que las langostas poseen un sofisticado sistema nervioso que, entre otras cosas, les permite percibir y sentir acciones que las lastimen¦¦.Estoy seguro que las langostas pueden sentir dolor."- Dr. Jaren G. Horsley

Contrariamente a lo que afirman los vendedores de marisco, entre la comunidad cientí­fica existe poca duda de que las langostas sean sensibles al dolor. La gran mayorí­a de biólogos y cientí­ficos han aceptado que el sistema nervioso de las langostas es bastante sofisticado, lo que las hace que sean animales dotados de sensibilidad. Por ejemplo, el neurobiólogo Tom Abrams asegura que las langostas poseen una extensa colección de sentidos. Jelle Atema, bióloga marina en el Laboratorio Biológico Marino en Woods Hole, Massachussets, y una de las expertas en langostas más reconocidas, afirma: "Personalmente, creo que las langostas son capaces de sentir dolor".

De hecho, es muy posible que el umbral de dolor de las langostas sea menor que el de los humanos, lo que harí­a que sufrieran más que nosotros en situaciones similares. De acuerdo al zoólogo experto en invertebrados Jaren G. Horsley, "las langostas no tienen un sistema nervioso automático que les permita entrar en estado de choque cuando son lastimadas. Es muy probable que noten cuando están siendo cortadas. Yo pienso que la langosta sufre mucho dolor cuando la están cortando y siente todo el dolor hasta que su sistema nervioso es destruido cuando la están cocinando viva".

De hecho, la organización norteamericana de defensa animal PeTA (People for an Ethical Treatment of Animals) ha preguntado a diversos biólogos marinos cuál es la forma mas humana de matar a una langosta. Si bien los expertos han sido incapaces de acordar cuál serí­a el método menos malo, sí­ han coincidido al afirmar que, en realidad, no existe forma humana alguna de matar a un animal tan sensible e inusual como la langosta.

¿Es posible matar a una langosta sin dolor?

Esta es la pregunta que se ha planteado la Coalición para Acabar con el Sufrimiento y la Explotación Animal (CEASE, por sus siglas en inglés Coalition to End Animal Suffering and Exploitation). ¿El resultado? Tras revisar numerosos estudios sobre los métodos utilizados para matar langostas “ desde hervirlas vivas hasta cortarlas por la mitad- el CEASE concluyó que ningún método "provee una muerte rápida e indolora" y, por tanto, ningún método "puede ser considerado humanitario o relativamente humanitario". A continuación resumimos las conclusiones a las que llegó el informe elaborado la Coalición:

1. Sumergir a las langostas en una olla de agua hirviendo

Aunque hervir langostas vivas es uno de los métodos mas usados por los cocineros, es uno de los más cruentos (¿le gustarí­a a usted ser hervido vivo?). En la revista Science, el académico Gordon Gunther describió el método de hervir a las langostas vivas como una tortura innecesaria. Cualquiera que haya hervido a una langosta puede atestiguar que cuando es arrojada al agua hirviendo, ésta se sacude violentamente y trata de escalar las paredes de la olla en un intento desesperado por escapar. Muchas veces las langostas tardan hasta tres largos minutos en morir.

2. Sumergir a las langostas en agua frí­a y calentarla gradualmente

Muchas personas creen que al colocar a las langostas en agua frí­a y calentarla lentamente, los animales pierden la consciencia antes de que el agua comience a hervir. Sin embargo, se ha documentado que las langostas que son matadas por este método luchan por escapar cuando el agua comienza a calentarse - de cinco a siete minutos.

El Dr. J.R. Baker decidió comprobar lo obvio y torturó varias langostas en nombre de la ciencia. Finalmente, concluyó que, como era de esperar, al ir aumentando la temperatura del agua, las langostas "empezaron a temblar y sus cuerpos enteros comenzaron a convulsionarse".

3. Sumergir a las langostas en una solución de agua salina antes de hervirlas

A pesar de que la industria de la langosta afirma que sumergir langostas en una solución concentrada de agua salada (una parte de sal por tres partes de agua) hace que pierdan la consciencia, no hay pruebas fehacientes que indiquen cómo reaccionan ante este método (es muy probable que sea una práctica en extremo dolorosa). Sumado a esta falta de pruebas, se ha comprobado que las langostas recuperan la consciencia 30 segundos después de haber sido retiradas de la solución salina. Como se necesitan tres minutos para que la langosta muera en agua hirviendo, la langosta sufre cada segundo que está en el agua, y trata desesperadamente de escapar.

4. Cortar a las langostas por la mitad o dañar su espina dorsal

Julia Child, una cocinera muy popular en EE.UU quien, al parecer, nunca ha conocido a un animal que no quiera tener en su estómago, dijo que una langosta puede ser matada instantáneamente antes de ser cocinada si se le clava un cuchillo entre los ojos o si se le lastima la espina dorsal. A pesar de exista quien afirme semejante tonterí­a, los conocimientos cientí­ficos de los que disponemos hoy en dí­a nos permiten certificar que, como otros muchos animales, las langostas continúan sintiendo dolor después de haber sido cortadas por la mitad (exactamente como lo sentirí­a usted después de que alguien le haya cortado las dos piernas).

5. Sumergir a las langostas en agua dulce

Tal vez éste sea el método más cruel de todos. Las langostas que son cambiadas de agua salada a agua dulce vomitan, se contorsionan, tiemblan violentamente y sufren de una hinchazón muy dolorosa en todas sus coyunturas. El Dr. J.R. Baker afirma que las langostas carecen de defensa alguna para evitar que el agua dulce entre por sus branquias, lo que hace que el tejido blando de las coyunturas comience a hincharse y a presionar contra el caparazón, algo realmente doloroso para estos animales, equivalente a lo que sentirí­a un humano que estuviera usando una armadura muy ajustada, y a quien se le inyectara agua dulce por las venas hasta que todo su cuerpo estuviera hinchado y continuara hinchándose hasta chocar contra la armadura.

Estudios cientí­ficos demuestran que las langostas sienten dolor

Un estudio llevado a cabo por la organización escocesa de protección animal Advocates for Animals, concluyó que las langostas, como cualquier otro animal, son capaces de sentir dolor y sufrimiento. El estudio presenta una gran variedad de evidencias cientí­ficas que se obtuvieron tras 15 años de investigación. Entre las evidencias destacan las reacciones conductuales de las langostas ante situaciones de dolor, el hecho que las langostas posean estructuras biológicas cuya finalidad es mitigar el dolor, y la comprobación de que las langostas desarrollan procesos cognitivos mentales tales como el aprendizaje, memoria, asociación y generalización “ todos ellos procesos cognitivos que requieren una capacidad cerebral para sentir dolor.

Algunas de las principales conclusiones del estudio son las siguientes:

  • Las langostas pueden alcanzar un alto grado de aprendizaje asociativo y puede hacer distinciones acerca de su medio ambiente. Son capaces de aprender a asociar ciertas señales quí­micas con castigos y otras con recompensas.
  • Las langostas tienen memoria, y gustan de explorar nuevos entornos, pero no aquellos que ya han explorado. Establecen jerarquí­as sociales y son capaces de recordar y reconocer langostas con las que han tenido enfrentamientos previos.
  • Las langostas pueden hacer generalizaciones. Pueden asociar un olor individual en una mezcla que contenga dicho olor. Se cree que usan un proceso de discriminación configurativa, lo que significa que son capaces de discernir que una combinación no es lo mismo que la suma de sus partes.
  • Mediciones de su actividad cerebral demostraron que sus cerebros responden de manera diferente a objetos interesantes o irrelevantes. Su cerebro también muestra expectación, lo que en los humanos es considerado un indicador de procesos mentales elevados asociados a experiencias conscientes.
  • Langostas que han sido sometidas a experimentos dolorosos como la descarga de corriente eléctrica han respondido de manera similar a la forma en que los mamí­feros reaccionan al dolor. Los experimentos en crustáceos comúnmente asumen que los choques eléctricos son dolorosos, y los cientí­ficos los utilizan como estí­mulos adversos.
  • Los sistemas nerviosos de las langostas y de los cangrejos producen opiatos, lo que en los mamí­feros son quí­micos para mitigar el dolor. También poseen opiatos receptores que funcionan igual que en otros animales sensibles al dolor. Estudios en cangrejos han demostrado que su reacción defensiva a choques eléctricos es reducida con el uso de morfina, que este efecto es dependiente de la dosis de morfina usada, y que el efecto puede ser contrarrestado por naloxone, un opiáceo antagonista, como es el caso en los mamí­feros. Serí­a un sinsentido que las langostas poseyeran sustancias quí­micas y receptores para aliviar el dolor, y que respondieran a los analgésicos como lo hacen otros animales si, como afirman los vendedores de marisco, fueran incapaces de sentir dolor.

El informe de Advocates for Animals hace hincapié en el hecho de que las langostas no reciben ninguna consideración por parte de los humanos. Son hervidas vivas, mueren de inanición, o ví­ctimas de predadores cuando están inmovilizadas en las trampas. Durante el transporte y almacenamiento sufren deshidratación, enfermedades en la cola y en el caparazón, calor, y peleas con otras langostas causadas por el estrés de estar atrapadas. Generalmente sufren golpes y heridas por el maltrato que reciben. Además, las langostas no pueden respirar propiamente en el aire.

Comer langosta es nocivo para su salud

Como la de cualquier otro animal, la carne de langosta está llena de proteí­na y colesterol. Una porción de 6 a 8 onzas de carne de langosta contiene de 120 a 180 ml de colesterol, lo que es comparable a un pedazo de lomo o filete.

El pescado y los mariscos generalmente acumulan altos niveles de toxinas en su carne (9 millones de veces más que el agua en la que viven). Entre las toxinas que acumulan se encuentran mercurio, dioxinas PCB, arsénico y plomo. Estas toxinas causan diversos problemas de salud que van desde fallas renales, cáncer, o bajo desarrollo mental, hasta la muerte. El hí­gado de las langostas, considerado una delicatessen culinaria, es especialmente peligroso, ya que el alto nivel de toxinas concentrado en él puede llegar a causar parálisis en los seres humanos. Los sí­ntomas de esta intoxicación varí­an desde adormecimiento de labios, mareo, nausea, o dificultad para respirar, hasta la muerte por asfixia.

El marisco no es, en absoluto, una comida saludable. De hecho, el Comité de Médicos por una Medicina Responsable (Physicians Committee for Responsible Medicine) llega a afirmar que comer langosta y otros mariscos equivale a jugar a la ruleta rusa con su salud.

Fuente:
Physicians Committee for Responsible Medicine