Cuando hablamos de derechos para los animales, la gente suele pensar que estamos proponiendo que los animales tengan derecho a voto o a la educación. Nada más alejado de la realidad.
Los animales tienen derecho, al menos, a no ser torturados, a vivir en libertad, a que su hábitat sea preservado, a que no les cause dolor, a la satisfacción de sus necesidades básicas. Los seres humanos los hemos visto desde siempre como productos y recursos a nuestra disposición y esa es la mentalidad que los activistas por los derechos de los animales tratamos de cambiar. Quienes trabajamos en esta causa pretendemos que a los animales se les reconozca un valor a sus intereses y que éstos no puedan ser vulnerados para satisfacer nuestras necesidades, muchas veces superficiales.
Estos temas son muy nuevos en países como el nuestro, donde erróneamente se asocia la ecología o la defensa de los animales a países de primer mundo, pues los problemas fundamentales han sido resueltos. Si se complementaran los planes de estudio nivel básico y superior con materias que inculcaran el respeto por la naturaleza y todos sus habitantes, tal distinción no tendría que hacerse. Preocuparnos por nuestro medio ambiente no es privilegio de algunos, es tarea de todos.
Son muchas las maneras en que los animales son maltratados y muchas también las formas en que nuestra actitud puede ayudarlos. Modificar nuestros hábitos alimenticios, nuestra manera de vestir, no asistir a espectáculos que los involucren, no adquirir productos probados en animales son acciones clave para salvar sus vidas. Pero para conocer qué sucede realmente con los animales es necesario tener acceso a la información y descubrir que para ellos las cosas están peor de lo que pensamos: ni los animales de abasto viven al aire libre en una granja, ni los zoológicos son educativos, ni los circos son divertidos para ellos, ni la tauromaquia es cultura, ni los abrigos de piel son elegantes, ni la experimentación en animales es indispensable.
Hablar de derechos para los animales es trabajar por un mundo más justo y con menos sufrimiento para todos. Si quienes nos critican por preocuparnos por los animales en lugar de hacerlo por los seres humanos supieran los beneficios del vegetarianismo, tanto para el medio ambiente, la salud y el hambre en el mundo, se darían cuenta de que nuestra labor es global, que lo que intentamos es humanizar a nuestra especie y al mismo tiempo proteger la vida natural en todas sus manifestaciones.
El ser homo sapiens no nos da derecho a utilizar a las demás especies como máquinas de producción, a considerarlas inferiores o verlas como meros objetos. Los animales son seres con capacidad de sentir dolor, placer, hambre, sed, frío, calor, aburrimiento y estrés al igual que nosotros. Ignoramos muchas de sus capacidades y nos hemos colocado en el centro de la creación sin molestarnos por considerar sus intereses.
Defender a quienes más lo necesitan es un deber moral y no debemos distinguir entre el número de patas o la vellosidad de la piel. Tú puedes ser un héroe para los animales.