Los vecinos del inmueble anejo venían denunciando el olor insoportable que desprendía el establecimiento. Su dueño ya había sido detenido por hechos similares.
En el 59 de la calle de Pamplona, en el distrito de Tetuán, ayer, por primera vez desde hace meses, no olía «a vaquería». Desde inicios de primavera, los vecinos venían denunciando ante el Ayuntamiento el hedor que desprendía la tienda de animales aneja al inmueble. Lo que nadie podía imaginar era el nauseabundo zoológico que se ocultaba tras una falsa pared que daba a un enorme y peligroso sótano. Dos boas constrictor, una pitón tigre, anacondas, monos, 18 tarántulas, escorpiones africanos, un zorro volador, hurones, una voraz tortuga mordedora, un cocodrilo en la nevera... Más de 200 animales, 22 de especies protegidas, se hacinaban vivos y muertos en un clima insoportable. Junto a ellos, varios centenares de ratas -adultas y crías- y miles de grillos que servían de alimento a los ejemplares decomisados.
Este era el tétrico panorama con el que se encontraron efectivos del Seprona y personal de la Consejería de Medio Ambiente cuando llegaron el martes a la tienda y clínica de animales Mario´s Zoo Animanía. Para completar la escena -digna del guión de «La tienda de los horrores» o de una película surrealista-, los asombrados agentes dieron con una peluquería canina ilegal y decenas de medicamentos caducados. Dos días se tardaron en trasladar a los animales a diversos centros veterinarios de recuperación y concluir la denominada operación «Varano».
Pero también terminaba el calvario para los vecinos del inmueble anejo al negocio, quienes desde marzo, según explicó a ABC el presidente de la comunidad de propietarios, venían sufriendo el horroroso olor que desprendían los animales desde el sótano de la tienda al patio de luces del edificio. Unos ejemplares que, según informó la Consejería de Medio Ambiente, carecían de las licencias pertinentes, por lo que el dueño del establecimiento, Mario S. F. O., de 27 años, fue detenido.
«Peste a orín atrasado»
Los problemas para las 14 familias del inmueble empezaron en marzo. Meses antes, en octubre, se produjo el traspaso del negocio a su actual dueño. Con la llegada del verano, y la consiguiente subida de temperaturas, el hedor se hizo aún más insoportable. «Una vaquería que no se limpia en un mes olía mejor que esto», aseguró una mujer que vive en la segunda planta del edificio. Aunque no sólo los vecinos de los pisos más bajos sentían las consecuencias del hacinamiento de animales en el inmenso sótano de la tienda, de unos 200 metros cuadrados. Los habitantes de los pisos más altos, como el sexto, recuerdan los ladridos de perros a las tres de la madrugada y la peste «a orín atrasado».
Al principio, comentan, el olor era más continuo, y despúes fue produciéndose a intervalos horarios, precisamente, cuando el olor a desechos de animales se mezclaba con el del amoníaco que, aseguran, el dueño de la tienda mezclaba para calmar la situación.
Mientras, las quejas continuaban. Incluso la cartera del barrio, que llegó a comentar que si la situación continuaba así, se negaría a llevar cartas al edificio. En una ocasión se escapó una culebra durante unas horas, que se encaramó junto a la fachada. La Policía Municipal la retiró, pero se la devolvió al dueño al día siguiente.
En esta ocasión no hubo contemplaciones con el propietario. El miércoles, la puerta de su tienda estaba repleta de jaulas y cajas de plástico. En el interior ya no quedaba nada, ni siquiera sus propios perros, que también fueron retirados, según él mismo -que ayer por la tarde se encontraba en el comercio- manifestó.
«Sólo es un problema burocrático»
Su versión de los hechos es bastante diferente a la de las Fuerzas del Orden. Aseguraba que no le habían detenido, y que simplemente se habían llevado los animales de allí porque no se podía vender nada mientras se arreglaba un trámite burocrático: el anterior propietario no había puesto los papeles de la tienda al día, aseguró. Pero Mario ya había sido imputado por el Seprona por hechos similares en enero de 2003, cuando se le intervinieron numerosos animales protegidos por el convenio Cites en una nave de Daganzo de Arriba, en la que almacenaba tarántulas, serpientes y primates sin la autorización para su tenencia y comercio.
Con la tienda y la clínica veterinaria precintadas, ahora se le acusa de numerosas infracciones graves por venta ilegal de animales, prestaciones de veterinario sin licencia, exhibición de primates, falta de permiso para la utilización de un sótano como criadero y almacén de animales. Además, pesan sobre él infracciones a normativas sobre higiene y sanidad en las instalaciones, así como de las de animales domésticos protegidos, informó el Seprona.
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