Hoy nos hemos vuelto a reunir activistas de distintos lugares y de distintas edades, para manchar de sangre las calles de Valencia y nuestros cuerpos. Sangre artificial y natural que representa la sangre real que será derramada por más de 60 toros estos días y que manchan de sangre las populares fiestas de fallas.
Algunos celebran estas corridas de toros, otros nos oponemos rotundamente al sufrimiento, pero a otros muchos les da igual. Necesitamos que esta gente se posicione, que sea consciente de lo que estos festejos conllevan, de lo que sufren los animales a costa de nuestro dinero. Dinero público que debe ser invertido en otras muchas necesidades sociales
Reconozco que no es fácil plantarse en medio de la calle, y quitarse la ropa frente a transeúntes y periodistas. Aunque seamos muchos y tengamos permiso policial para ello.
De camino al acto, ya estoy algo nerviosa pensando en ese momento.
Cuando estamos frente a los periodistas, con nuestras camisetas y ropa interior, los nervios empiezan a surgir dentro de mí.
Con mis manos detrás de mi cuerpo, no dejo de apretarme los dedos muy inquieta. Miro a las cámaras, a la gente que pasa por allí, a las personas sentadas con sus sillas esperando para ver la mascletá... aprieto los labios y agacho la mirada al suelo. Ritual que repito constantemente, aprieto las manos, aprieto los labios, bajo la mirada...
Se supone que estamos preparados para la acción ¿Pero se está realmente preparado para desnudarse frente a tantísima gente?
Dan la señal, y los activistas nos quitamos nuestras camisetas para cubrimos solamente con un barreño que sostenemos a la altura del pecho. Desde ese instante, mis manos empiezan a temblar.
Parece que sea porque el barreño pese y cueste de sostener, pero no pesan tanto.
Parece que sea el frío por estar semidesnuda, pero en realidad hace sol y creo que más bien tengo calor.
Me doy cuenta de qué es, es miedo.
Ya no sólo me tiemblan las manos, los nervios se han apoderado de mí y todo mi cuerpo empieza a generar un ligero temblor que trato de contener para que no se perciba en las cámaras.
Estoy aterrada mostrando mi cuerpo frente a tantas miradas.
No es la primera vez que participo en una acción semidesnuda o desnuda para dar voz a los animales, pero aún así, nunca me acostumbro.
Miro de reojo alrededor, les veo temblar conmigo. Eso me hace sentir arropada, sé que tampoco tienen frío ni les pesa los barreños, sé que tienen miedo como yo. Y me pregunto, ¿Será así como se sienten los toros cuando entran a las plazas?
Seguro que no, seguro que es mucho peor. Imagino que ellos deben sentir la muerte, desde que les clavan el dial antes de salir a la plaza.
Pero, ¿Por qué tengo miedo? Nuestra cultura no permite mostrar pechos desnudos de mujeres (pero sí de hombres), quizás por eso estoy muerta de vergüenza. Mi cultura me hace sentir avergonzada de mostrar mi cuerpo, y por eso se me cruzan sentimientos de culpa y de miedo a ofender a quienes me ven.
Pero consigo apoderarme de mis propios pensamientos, estoy simbolizando las muertes que otras personas van a aplaudir ¡Eso sí es de VERGÜENZA!
No, no agacho la cabeza. La levanto muy alta para deciros que aquí estoy, muerta de miedo y de cansancio, he venido desde Elche (Alicante), he dormido pocas horas porque compagino trabajo con otras actividades, porque me he reunido en Valencia con amigos de distintas ciudades, porque llevo desde el día de antes sin parar por Valencia porque hicimos también un acto solemne organizado por Fundación Alma Animal y AnimaNaturalis, y estoy muy orgullosa de poder decir que pese a todo aquí estoy frente a vuestras miradas.
Los transeúntes nos aplauden, los policías nos felicitan tras la acción. Y los mensajes de familiares y amigos que nos han visto en televisión no tardan en llegar.
Me quedo con uno muy especial para mí. Es el mensaje de mi prima, ha visto el vídeo, se me ha visto mucho y se sorprende porque recuerda que antes me daba vergüenza hasta hacer topless en la playa.
Mi familia ya es consciente de que esto no lo hacemos por gusto, lo hacemos a la desesperada para pedir frenar los crueles asesinatos de los toros.
Me quedo con esa conciencia que hacemos surgir en quienes nos rodean, en quienes nos conocen, en quienes nos ven por casualidad por la calle o por los medios de comunicación.
Pero sobre todo, me quedo con el carisma de los activistas, de esos activistas valientes que han desnudado sus cuerpos, pero también de otros activistas que nos han dado apoyo moral desde la distancia. Porque en realidad, somos muchos más. Pero hoy 12 de Marzo, por desgracia, los activistas estábamos repartidos en distintos puntos. Hoy tenía colegas en Madrid, en la manifestación en defensa del lobo ibérico, otros manifestándose en Alicante exigiendo un endurecimiento penal por maltrato animal, más en Alfáz del Pí (Alicante), en una feria de adopción con un stand de comida vegana junto a stands de protectoras de animales con perros en adopción, y muchos otros no han podido estar presentes por trabajo o por no ser todavía capaces de enfrentarse a un desnudo público.
Pero en el corazón, hoy estábamos todos unidos en todas estas causas.
Cada acción cuenta y cada gesto tiene repercusión hacia los animales.
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