Un polvo rojo fue el protagonista la mañana del 10 de Marzo en la Plaza del Ayuntamiento de Valencia. El polvo rojo sangre que bañó la calle, y los rostros y cuerpos de los 100 activistas que nos reunimos allí, en una acción protesta en memoria de todos los toros que serán asesinados en las conocidas Fallas valencianas.
Cuando pensamos en las Fallas de Valencia las imágenes que suelen venir a la cabeza son las de fiesta, carrozas, luces, alegría, música y diversión. Y seguro que hay mucho de eso. Mucho de la belleza de los trajes tradicionales, el traje de fallera y el de saragüel, mucho de la festividad y ritmo de los pasacalles, de las ofrendas, de los grupos de música tradicionales, seguro que hay mucho de los sentimientos y emociones que transmiten las dulzainas y los tamboriles. Y qué bonito sería así, sin nada más. Qué bonito sería sin torturar y matar.
Pero la realidad es otra, es una que va acompañada de las más de 50 vidas que serán asesinadas entre tanta festividad. Más de 50 cuerpos quedarán inmóviles expirando su último aliento bajo la fría y arrogante mirada de su verdugo. Latidos que se detendrán, para siempre. Respiración cortada, que ahogará en sangre. Ojos que cerrarán, que apagarán su luz. Almas inocentes que se irán de un mundo que no les dio la oportunidad de vivir en paz y libertad. Más de 50 almas serán arrebatas entre estas luces, colores, música y pasacalles. Vidas torturadas y asesinadas entre el griterío de emoción de aquellos que aseguran felicidad y diversión en todo esto. Las Fallas se tiñen así, un año más, de muerte y sangre.
Bajo el lema “Por unas fallas sin crueldad” y bajo el grito “Tauromaquia abolición” dio comienzo el acto por un cambio. El cambio hacia unas fiestas falleras sin crueldad. Era el día en que empezaría la feria taurina de Fallas, esa misma tarde se produciría la primera corrida de toros en la plaza, y nosotras y nosotros estábamos allí por ellos, por todos los toros que perderían la vida en esa arena. Al grito y sentimiento de “Tauromaquia abolición” rompimos con firmeza las banderillas creando una nube de sangre roja en representación de toda esa sangre real que sería derramada en la plaza de toros. De verdad, lo que se siente es real. Lo que sentimos por ellos es la vida llena. Y allí, en ese momento, lo quisimos representar. Manchados de polvo rojo nos mantuvimos firmes, exhaustos, con mirada decisiva y con el corazón entregado. Un mensaje claro, porque nunca habrá fiesta con muerte.
Es hora de evolucionar hacia unas fiestas sin crueldad y hacia el respeto de todos los animales. Es hora de romper la alianza creada entre diversión y aflicción.
La muerte no se ofrece, el sufrimiento no se aplaude, la sangre no se observa con orgullo y satisfacción, el grito de dolor no se acompaña de música. El asesinato no se festeja. Por esos más de 50 toros que serán torturados y asesinados. Porque llegue el día en que, de verdad, podamos gritar con orgullo y felicidad un: ¡Que empiece la fiesta fallera!
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