Entrevista con Jesús Mosterí­n

Hay quien piensa que algunas de las tesis de Mosterí­n son extravagantes y que van contra el sentido común. Como vais a poder leer aquí, lo que hace este filósofo es cuestionar prejuicios sociales y culturales que están profundamente arraigados.

05 octubre 2007
España.

Hay quien piensa que algunas de las tesis de Mosterí­n son extravagantes y que van contra el sentido común. Como vais a poder leer aquí­, lo que hace este filósofo es cuestionar prejuicios sociales y culturales que están profundamente arraigados. Creo que sus ideas puede ser una motivación para acercarnos a sus obras y conocer su pensamiento de un modo más organizado, pero también deben empujarnos a un cuestionamiento de la realidad que nos rodea y de nuestra relación con la naturaleza.

 

Usted es conocido como uno de los mayores defensores de los derechos animales. Carlos (a través de la comunidad en Orkut.com) plantea una primera pregunta: ¿Qué tipo de derechos son esos que, en su opinión, deben otorgárseles a los animales? Por otro lado, ¿Deben esos derechos extenderse a todos los animales o sólo a los llamados 'animales superiores'?

Todas las especies animales son distintas y no tendrí­a sentido reclamar los mismos derechos para todas ellas. No tiene sentido pedir la libertad de prensa para las gallinas, que no escriben, ni el derecho a estirar las alas para los humanes, que carecen de alas. Lo razonable serí­a conferir derechos especí­ficos a los diversos animales, en función de la especie a la que pertenecen. Sin embargo, hay un derecho que yo serí­a partidario de conferir a todos los animales de todas las especies: el derecho a no ser torturado, es decir, a no ser sometido a un dolor atroz de un modo intencional e innecesario.

A través de esta misma comunidad (donde la entrevista ha sido acogida con mucho interés), ¿en dónde se fundamentan esos derechos? ¿En una serie de comportamientos o pautas que los animales son capaces de realizar? ¿En su capacidad de sentir dolor? ¿En las formas de pensamiento que aparecen en los mismos? ¿En una presunta “dignidad” que los hombres les atribuimos?

El fundamento de los derechos concretos que sea razonable atribuir a los animales de una cierta especie estriba en la naturaleza de esa especie, codificada en su genoma. Cada animal tiene una naturaleza y hay que dejarle vivir conforme a su naturaleza. Yo no entiendo lo que significa la palabra “dignidad”.

A menudo las relaciones hombre-animal suelen presentarse de un modo polarizado, y puede haber situaciones en las que haya que decidir entre la supervivencia del hombre o la del animal. ¿Cómo decidir en estos casos? ¿Pueden los derechos animales entrar en contradicción con las necesidades fundamentales del ser humano?

Yo prefiero a mis hijos antes que a los hijos del vecino, pero eso no es una razón para torturar ni maltratar a los hijos del vecino. Todos los animales merecen respeto, pero eso no implica que los tratemos igual que a nosotros. No veo contradicción alguna entre los derechos de los animales (en general) y los derechos de los animales humanos en particular. Si decimos que ningún animal puede ser torturado, eso implica que ningún ser humano puede ser torturado.

Timshel plantea ahora el problema desde otro punto de vista. Si, efectivamente, se conceden derechos a los animales, ¿qué tipo de fundamentación polí­tica cabe dar a los mismos? ¿Qué ocurrirí­a, por ejemplo, en una sociedad democrática en la que la sociedad votara en contra de que los animales tengan derechos?

Todos los derechos legales son convencionales en el sentido de que su reconocimiento y promulgación depende de la voluntad del legislador, por ejemplo, del Parlamento. De hecho, el legislador a veces legisla bien y otras veces horrorosamente mal. La democracia alemana eligió a Hitler como canciller y el Parlamento alemán aprobó la discriminación y el exterminio de los judí­os. La toma democrática de decisiones no garantiza su corrección moral.

Siguiendo por esta lí­nea de los derechos animales, Chema (a través de boulé) quisiera saber cuál es el mayor peligro que amenaza al reino animal.

El mayor peligro que amenaza a la biosfera entera y al reino animal en particular es la humanidad, que constituye el cáncer de la biosfera. Forma parte de la biosfera, pero crece desordenadamente y la destruye. La única esperanza es que se trata de un cáncer que tiene la potencialidad de la autoconciencia y de la autocuración, aunque si tarda mucho en despertarse, ya será demasiado tarde.

Entramos ahora en un tema polémico, que probablemente habrá tenido que contestar en otras ocasiones: a menudo la “cultura”(o quizás habrí­a que decir la tradición) va en contra de la naturaleza, como en el caso de las corridas de toros. Chema quisiera saber qué opina usted al respecto.

La cultura es la información que se transmite entre animales de la misma especie por aprendizaje social. La naturaleza es la información que se transmite genéticamente. Por naturaleza tenemos ciertas necesidades, intereses y potencialidades. La cultura que desarrollemos puede tanto favorecer como perjudicar a esos intereses naturales. Basta con pensar en el interés más natural que tenemos, que es nuestra propia salud. Hay costumbres culturales (como el fumar) que perjudican a nuestra salud, mientras que otras prácticas culturales (como el hacer gimnasia) la benefician. La palabra “cultura” no abarca solo cosas buenas o beneficiosas. También el fumar, el drogarse, el racismo, el nacionalismo, la dictadura totalitaria, las corridas de toros, las peleas de gallos, la guerra y otros muchos horrores son culturales.

Timshel recupera el enfoque polí­tico del tema. Si la clase polí­tica (y él pone el ejemplo de ERC) decide prohibir los toros (como se ha propuesto en Cataluña), ¿se puede entender eso como una forma de represión cultural?

No. Todas las comunidades polí­ticas civilizadas prohí­ben los casos extremos de crueldad y violencia, como la tortura de animales, la violación, la mutilación del clí­toris (tradicional en África), el asesinato, etc. Si en España se prohí­be ahora el maltrato de las mujeres, por muy tradicional que sea, eso no constituye represión alguna. Y lo mismo ocurre con la deseable abolición de la tauromaquia. La tradición no justifica ninguna salvajada. Y todas las salvajadas son tradicionales allí­ donde se practican.

Siguiendo con este tema, Manuko plantea otra cuestión: ¿Resulta contradictorio estar en contra de las corridas de toros (o a favor de los derechos de los animales) y consumir carne para alimentarnos?

No. Una cosa es oponerse a la tortura y otra a la muerte sin dolor. Todos los vegetarianos se oponen a las corridas de toros, pero no hace falta ser vegetariano para oponerse a ellas; basta con estar en contra de la tortura.

Quisiera plantearle también una crí­tica que suele hacerse a los que reivindican derechos animales. A menudo se suele contestar que primero hay que luchar por los derechos humanos. ¿Hasta qué punto es aceptable en nuestro mundo actual (no hace falta hablar de las cifras del hambre, de las guerras o de pandemias como el sida) fijar la atención en los derechos animales?

No se puede justificar un crimen diciendo que también hay otros crí­menes, incluso más graves. Es cierto que nuestro mundo tiene una variedad de problemas graves: los problemas del fanatismo, de las guerras, del hambre, de la enfermedad, de la tortura de animales humanos y no humanos, etc. Hemos de considerarlos todos y tratar de darles solución, uno por uno.

A este respecto se desató la polémica hace unos meses en torno a la “eutanasia” de Copito de Nieve. Algunas asociaciones en defensa de la eutanasia argumentan que en este caso los animales tienen más derechos que las personas. ¿Qué opina usted al respecto?

Soy partidario de que cada ser humano pueda elegir la eutanasia para librarse de dolores innecesarios que se acumulan al final de su vida. Que la eutanasia esté prohibida en España y otros paí­ses no tiene nada que ver con los derechos de los animales, sino con la moral supersticiosa que predica la Iglesia Católica y otros grupos similares. Me parece bien que evitemos dolores innecesarios a los animales (humanos y no humanos) que queremos, proporcionándoles la eutanasia cuando ya no hay curación posible. En el caso humano, mientras dispongamos de la capacidad lingüí­stica, somos nosotros mismos los que tenemos que solicitarla, claro.

Pasemos ahora al tema de la ética ambiental, sobre el que preguntan tanto Timshel como Juglar 103. En cierta forma, este tipo de cuestiones (o de las explotaciones animales o agrí­colas) se plantea también en términos económicos, y aquí­ entra en juego el concepto de “desarrollo sostenible”. ¿Cree usted que es posible este tipo de desarrollo? ¿Puede un paí­s crecer económicamente sin dañar al medioambiente o a los animales?

El desarrollo sostenible es la única forma de desarrollo que puede mantenerse a largo plazo (esto es una tautologí­a). Son los paí­ses más desarrollados los que más cuidan su medio ambiente y más se preocupan por los animales.

En esta misma dirección se ha argumentado que los paí­ses industrializados han contaminado el mundo y explotado una buena parte de sus recursos naturales. ¿No resulta contradictorio que ahora se pretenda imponer limitaciones “ecológicas” a los paí­ses en ví­as de desarrollo? ¿Puede ser esta una forma de condenar a estos paí­ses a una situación permanente de dependencia económica?

Los paí­ses antes subdesarrollados que han logrado desarrollarse (como Japón y Corea del Sur) han alcanzado hace tiempo el equilibrio demográfico. Los paí­ses más pobres del mundo, los del África subsahariana, son los que tienen el crecimiento demográfico más rápido. La primera medida para desarrollarse consiste en alimentar y educar bien a muy pocos hijos, idealmente a uno (como en China), en vez de repartir los escasos recursos disponibles entre una exageración de niños hambrientos y sin futuro. Obviamente, hay muchas otras medidas que tomar, pero es un sofisma absurdo decir que el desarrollo depende de destruir los ecosistemas. Todo lo contrario.

Algo parecido sucede con la investigación cientí­fica. ¿Serí­a compatible, para usted, el desarrollo de la ciencia (y la consiguiente experimentación animal) y el respeto a los derechos de los animales?

Claro que es compatible el progreso de la ciencia, e incluso de la biologí­a, con la consideración moral de los animales. Los más grandes biólogos, como Darwin, Mendel, Watson, etc., no se han dedicado a torturar animales. La mayor parte de los experimentos con animales no sirven para nada. Desde que las consumidoras empezaron a boicotear a las empresas que vendí­an cosméticos probados en animales, la mayorí­a de esas empresas han renunciado a tales experimentos, sin que haya disminuido la seguridad de sus productos. En muchos laboratorios se hacen experimentos inútiles y repetitivos, incluso como meras prácticas, con animales indefensos. De todos modos, ciertas investigaciones biológicas y biomédicas importantes requieren hacer experimentos in vivo. Los mejores y más seguros animales de laboratorio somos los animales humanos, aunque no deben usarse sin su consentimiento. También pueden usarse moscas, ratones, conejos y otros animales, pero reduciendo el número de experimentos al mí­nimo imprescindible y preocupándose de minimizar el dolor infligido al animal.

¿Qué opinión le merecen, en este sentido, los intentos de clonación animal, o la experimentación con células madre de los mismos?

La clonación es la manera como se reproducen naturalmente la mayorí­a de los organismos, empezando por las bacterias y acabando por los gemelos monozigóticos humanos. La reproducción sexual es mucho más complicada y costosa en términos de energí­a, aunque tiene la ventaja de incrementar la variabilidad genética: los hijos no son copias de los padres. Entre mamí­feros, la reproducción sexual es mucho más fácil, agradable, segura y barata que la clonación. Por eso la clonación nunca se impondrá como método habitual de reproducción. No veo razón alguna para preocuparse por ella.

La experimentación con células madre es muy prometedora terapéuticamente y ha de ser promovida y saludada. No presenta ningún tipo de problema moral. Las células madre son células indiferenciadas, totipotentes. Entre ellas no hay ninguna neurona y por tanto ningún sistema nervioso y por tanto en ellas no hay ningún atisbo de alma o conciencia o sentimiento.

Fuente: Boulesis, en documento PDF se puede descargar aquí­.

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