La sociedad española se siente, en general, muy cercana a los animales, con los que considera que comparte emociones y sentimientos, por lo que mayoritariamente rechaza que se usen en circos, corridas de toros, caza, vestidos y cosmética. Así lo muestra un estudio realizado por la Fundación BBVA a través de encuestas a dos tandas de 2.000 personas —que han respondido a diferentes preguntas—, entre cuyos resultados se muestra que ocho de cada 10 personas consideran que estos seres vivos tienen dignidad y todavía más —nueve de cada 10—, que los seres humanos tienen la obligación moral de velar por los animales, sean domésticos o salvajes.
Los datos muestran que la amplia mayoría cree que “los animales sienten dolor físico” (8,7 de cada 10) o “sienten miedo” (7,9) o “tienen emociones (7,1)” o incluso “sienten placer” (6,9) de manera similar a los seres humanos. Además, los encuestados entienden que estos seres vivos “tienen vínculos familiares similares a los de los seres humanos” (7,2) y “tienen memoria y recuerdos muy parecidos” a las personas (6,6).
Esta cercanía se traduce también en la consideración moral de los animales: el 39% opina que tienen la misma condición moral que los hombres y el 27% que tienen una condición moral a mitad de camino entre la de los humanos y las plantas. Mientras, el 54% de los españoles piensa que debe reconocerse el derecho a la vida de los animales de manera similar al de las personas y el 44% considera también que debe reconocerse, aunque de manera distinta a los seres humanos.
Las preguntas, realizadas el pasado mes de noviembre, no entran a valorar la reciente polémica sobre la ganadería intrensiva, pero a pesar de eso, el informe explica que “se observa un rechazo general a un escenario hipotético en el que la producción de carne y otros alimentos derivados de los animales pudiera justificar el mantenimiento de los animales en condiciones de hacinamiento (3,1 sobre 10)”, un rechazo que es mayor entre las mujeres, la gente de izquierdas y quienes tienen estudios universitarios.
Los animales como seres que merecen consideración moral
La moralidad tradicionalmente ha estado circunscrita a los humanos y, en algunos casos, sólo indirectamente a los animales (en cuanto propiedad de los humanos que otros seres humanos no deberían dañar). El cambio en la percepción de los atributos biológicos de los animales y su proximidad a los humanos conlleva el que, para la gran mayoría de la población, los animales, no solo las personas, merezcan consideración moral: un 39% les atribuye ese carácter en un grado máximo (equiparable al de los seres humanos), un 27% (con un estatus a medio camino entre los seres humanos y las plantas) y solo un 26% niega que se pueda otorgar condición moral a los animales.
Asimismo, ocho de cada diez españoles cree que tiene sentido atribuir dignidad a los animales: cuatro de cada diez lo cree totalmente y otros cuatro en parte. Cuando de los animales en conjunto se pasa al caso de los primates, la intensidad en la atribución de dignidad sin reserva alguna se incrementa significativamente, pasando del 40% al 52%.
El reconocimiento al derecho a la vida de los animales
El 54% de los españoles cree que debe reconocerse el derecho a la vida de los animales de manera similar al de los seres humanos y el 44% considera también que debe reconocerse, aunque de manera distinta a los seres humanos.
Existe un amplísimo rechazo al llamado “especiecismo”, es decir, el atribuir “derechos” exclusivos a los miembros de la propia especie: la media de acuerdo con la frase “ninguna especie tiene el derecho de explotar a otra especie” es de 7,5; y de 8,9 respecto a “todos los animales tienen el mismo derecho a la vida”.
La inmensa mayoría de la población considera que los seres humanos tienen la obligación moral de velar por los animales, tanto si se trata de animales domésticos (media de acuerdo de 9,3 en una escala de 0 a 10), de animales salvajes (8,6), e incluso de ratones e insectos (media de 7,5).
Se valora la naturaleza por encima del beneficio económico
Los argumentos que supeditan el crecimiento económico a la explotación de la naturaleza o dominio de los animales obtienen una baja aceptación: la mayoría rechaza la idea de que “las plantas y los animales existen para ser usados por los seres humanos” (media de 4,1) o que “el crecimiento económico es más importante que la protección del medio ambiente” (media de 3,2).
Aunque la visión materialista de la naturaleza es minoritaria en la sociedad española, está más presente entre los grupos de mayor edad, quienes tienen menor nivel de estudios, un mayor nivel de religiosidad y se identifican ideológicamente con la derecha.
Los españoles expresan un alto nivel de preocupación por la desaparición de especies animales: el 74% se sitúa en posiciones de máxima preocupación (8-10), que va acompañada por un marcado reconocimiento de que la extinción de especies animales es el resultado de la actividad humana (88%).
La razón dominante para conservar las especies en peligro de extinción es el reconocimiento de que “todas las especies tienen el mismo derecho a existir que los seres humanos” (52%), frente a una tercera parte (36%) que reconoce también la conservación aunque desde un fundamento más instrumental (“la necesidad que tienen los seres humanos de otras especies para sobrevivir”).
Rechazo al uso indiscriminado de los animales para los fines de los seres humanos
Las opiniones están divididas respecto a una faceta central del “especiecismo”, la atribución de primacía sin cualificación alguna a los intereses de los humanos respecto a los de los animales, si bien la media de asentimiento a esa preeminencia se sitúa en 4,7 en una escala de 0 a 10. En todo caso, el mayor factor de ponderación de los intereses humanos no significa legitimar el uso indiscriminado de los animales para los fines de los seres humanos, una legitimación genérica que alcanza un reducido apoyo (media de 3,1).
Debate acerca del uso de animales en actividades humanas
Con respecto a las percepciones sobre la legitimidad del uso de animales para distintas actividades se observa una partición nítida: desde una amplia aceptación de usos ligados a la investigación veterinaria (7,0), médica (6,0) y científica (5,7), así como para la alimentación de los humanos (6,1) frente a un amplio rechazo del uso de animales en espectáculos como los toros (1,9) y el circo (1,7), la caza deportiva (1,7), en investigaciones de cosmética (1,3), para confeccionar ropa (1,5) y, en particular, abrigos de piel (0,8).
Se observa un rechazo general a un escenario hipotético en el que la producción de carne y otros alimentos derivados de los animales pudiera justificar el mantenimiento de los animales en condiciones de hacinamiento (media de 3,1, en una escala de aceptación de 0 a 10). Ese rechazo es compartido por todos los segmentos sociales, siendo más pronunciado entre las mujeres (con un 2,8 frente a un 3,4 los hombres), quienes tienen estudios universitarios (un 2,5 frente a un 4,0 en el segmento de estudios primarios), quienes se colocan ideológicamente en la izquierda (un 2,3 frente a un 3,3 en el centro y un 4.0 en la derecha).
El nivel de aceptación del uso de animales presenta alguna variabilidad: tiende a ser más alto entre los hombres, las personas con mayor nivel de religiosidad, quienes no tienen animales y, especialmente, entre quienes se sitúan ideológicamente en la derecha, los que tienen una visión materialista de la naturaleza y de mayor distancia entre los animales y los humanos.
Las actitudes hacia el uso de animales en investigación se diferencian según la especie
Para más de la mitad de la población, la aceptación del uso de animales en la investigación depende del tipo de animal del que se trate (57%). Un 20% considera que en ningún caso está justificado y, en el otro extremo, un 18% cree que está justificado siempre.
En efecto, el nivel de aceptación de la utilización de animales e insectos con fines médicos y científicos depende de la especie o “escala socio-zoológica”: se acepta la investigación con insectos y ratas (5,9) y es ampliamente rechazada en chimpancés (3,8), delfines (3,2), perros (3,3) y gatos (3,4).
El uso de animales en investigación se acepta en función de sus fines y el tipo de práctica
El grado de aceptación del uso de animales en la investigación se diferencia también en función del objetivo de la misma. Es más amplio cuando se trata de investigaciones para tratar enfermedades mortales o degenerativas en los propios animales (6,8) y en humanos (6,4), en el desarrollo de vacunas (6,2) y para conocer cómo funcionan los órganos y tejidos de los seres humanos (6,0). Se aprueba también con un nivel más bajo para probar medicamentos (5,6) y es rechazado para analizar la contaminación del aire (4,4), para tratar enfermedades de poca gravedad (4,0) y, sobre todo, para testar la seguridad de productos de limpieza (1,5).
Un mapa de mayor resolución de la aceptabilidad del uso de animales en la investigación se obtiene incorporando la perspectiva -además de la de los fines y de las especies-, del tipo de prácticas: aumenta cuanto menos agresiva e intervencionista sea la práctica a la que se someta a los animales, desde la amplia aprobación de tomar muestras de sangre (media de 6,8) y observar su comportamiento en el laboratorio (6,0) al amplio rechazo a que se lleven a cabo pruebas que impliquen una modificación genética (2,6).
Rechazo hacia la modificación genética de animales
En el contexto de una visión acerca de los animales como seres vivos dotados de derechos y de dignidad, cualquier uso que implique la modificación de su estructura genética suscita, en general, opiniones desfavorables.
Con carácter general, la modificación genética de los animales se rechaza mayoritariamente para cualquier objetivo. Hay división en el caso de fines médicos (4,6), mientras que la desaprobación es casi universal cuando se trata de supuestos de mejora en la producción de alimentos (2,6), de sus propiedades (2,3) o cuando el propósito es mejorar su apariencia (0,8).
En el caso de la clonación, las actitudes se diferencian según el fin al que se aplique: es aceptada en el caso de que una especie animal estuviera muy amenazada (6,6), mientras que las opiniones están más divididas, aunque prevaleciendo la desaprobación en el caso de obtener beneficios médicos para los seres humanos (4,3) y el rechazo es muy fuerte para obtener beneficios para la ganadería (2,8).
La transferencia de genes humanos a los animales para xenotrasplantes y objetivos de producción de órganos de reemplazo para los humanos genera división, predominando la desaprobación (media de aceptación de 4,4). Hay que notar que la encuesta tuvo lugar antes del anuncio del hito médico del trasplante exitoso a un paciente, no candidato a un trasplante estándar, del corazón de un cerdo genéticamente modificado, comunicado a la opinión pública mundial el pasado 7 de enero.
Los españoles demandan métodos que preserven el bienestar de los animales
En este contexto de actitudes diferenciadas, pero caracterizadas por importantes reservas morales, acerca del uso de animales en la investigación, la población demanda métodos y estándares que preserven el bienestar y que haga uso de los animales sólo en supuestos imprescindibles. La mayoría está de acuerdo con la idea de que los científicos deberían utilizar de manera prioritaria métodos que reemplacen la experimentación con animales (8,2), en que sólo deben recurrir al uso de animales en la investigación médica cuando no haya otra alternativa (8,0) y, en todo caso, su utilización no debe implicar su sufrimiento (7,3).
La mayoría confía en que los científicos hacen un uso responsable de la investigación con animales (media de 5,9), una percepción convive con reservas. La población está dividida respecto a la confianza en la eficacia de la regulación por el Gobierno del uso de animales en investigaciones científicas (5,0).
Compromiso activo emergente en la protección de los animales
El compromiso activo y el movimiento social de protección de los animales, a través de distintas acciones, si bien no son mayoritarios, alcanzan un nivel significativo y están en el umbral de otros movimientos sociales emergentes monopropósito que se desarrollan en un contexto de valores favorables por parte del conjunto de la población. Las prácticas más extendidas son la firma de peticiones (28%), el rescate de animales y voluntariado (27%). El asociacionismo de protección de los animales se sitúa por debajo del 10%, doblándose ese porcentaje a través del apoyo económico a esas organizaciones.
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