Tras haber accedido de forma encubierta a varias explotaciones de pavos, constatamos, una vez más, que los estándares de bienestar animal que recoge la ley se aplican en beneficio de la producción y, como consecuencia directa, en detrimento de la cobertura de las necesidades básicas de los animales y su salud.
“Durante la investigación hemos documentado animales moribundos, con malformaciones óseas y dificultad para levantarse o caminar. Otros presentaban graves heridas causadas probablemente por sus compañeros, con quienes se ven obligados a competir por el espacio disponible a medida que crecen”, explica Belén González, responsable de investigaciones de AnimaNaturalis.
“En todas las granjas visitadas hemos encontrado a los pavos conviviendo con cadáveres. Esto es habitual en cualquier etapa de la explotación, tanto durante los primeros días de vida de los pavitos como en las semanas previas al sacrificio. Toda su existencia es un infierno”, añade.
Mientras que un pavo en libertad puede vivir hasta 15 años, en las granjas su esperanza de vida se reduce hasta las 16 semanas en el caso de los machos y 13 semanas en el de las hembras. Cuando alcanzan el peso de mercado de 15 y 10 kilos respectivamente, son enviados al matadero.
En 2019 se sacrificaron 30.735 pavos en España, aunque esta cifra no incluye los animales que mueren en las granjas debido a la dureza de las condiciones de explotación.
La falta de higiene de las instalaciones también contribuye a la proliferación de enfermedades. Los pavos pasan toda su vida sobre el mismo suelo, llamado cama, donde se van aglomerando los purines y la humedad. El contacto constante con la cama expone a los pavos a afecciones cutáneas como la dermatitis plantar y desgarros en la piel.
Otro problema es la alta concentración de amoniaco, así como la acumulación de virus, bacterias y hongos, que son causa de infecciones respiratorias. Algunos síntomas de las enfermedades más habituales de este tipo son la tos severa, estornudos, descargas oculares y nasales, edemas, neumonía y desórdenes articulares como artritis o tendinitis.
“Así lo ha podido comprobar el equipo de investigación de AnimaNaturalis, que ha sufrido en sus propias carnes la dificultad para respirar y el intenso olor dentro de los módulos, incluso utilizando mascarillas y un equipo de protección”, agrega González.
Cuando los pavos y otros animales enferman dentro de la granja, es normal que, por cuestión de rentabilidad, no reciban atención veterinaria. Lo más productivo para el ganadero es privar al animal de tratamiento y dejar que muera lentamente.
En cuanto al sacrificio, los pavos son sumergidos en agua electrificada entre 8 y 12 segundos. Después se procede a realizarles un corte en el cuello para que se desangren. Aunque el reglamento CEE 1099/2009 indica que “los animales no presentarán ningún signo de consciencia o sensibilidad en el período comprendido entre el final del proceso de aturdimiento y la muerte”, esto es difícil de vigilar.
Dada la cantidad de aves procesadas cada día en los mataderos y la velocidad a la que son ejecutadas, existe un porcentaje inevitable de animales que aún presentan signos de consciencia durante el sacrificio, pudiendo provocarles una muerte dolorosa y llena de angustia.
Consumo de pavo en España
En 2020 el número de pavos en España se censaba en 13,7 millones. Esto es un 200% más que en el año 2008, según el informe del sector de la carne de pavo del MAPA.
En todo el territorio existían en enero de este año 1.880 granjas de pavos, lo que supone un 154% más que en el año 2007. Este significativo aumento de la demanda viene impulsado, en gran parte, por la propaganda de la industria desde donde se trata de asociar la carne de pavo con un alimento saludable, ya que contiene menos grasas que el pollo.
La raza más habitual en las granjas intensivas es el pavo blanco gigante. Este animal es el resultado híbrido de años de selección genética para aumentar la masa muscular de sus pechugas y muslos. Así logran hacer la producción mucho más rentable.
Incluso el color de su plumaje ha sido modificado por completo con un objetivo comercial. Las plumas blancas no dejan pigmento en la piel de los pavos cuando se les arrancan, lo que hacía el “producto” menos atractivo para los consumidores.
Sin embargo, la cría de pavos para consumo no tiene una larga tradición en España. Se inicia en los años 70, cuando su carne se hace más popular en otros países de Europa. Hasta 1985 los datos registran un consumo medio de 0,5 kg al año por habitante, que en aquellos momentos se comercializa vivo o entero y se destina principalmente a las comidas y cenas de Navidad.
Del total de 237.337 toneladas de carne de pavo obtenidas en 2019 -el doble que solo 5 años atrás- casi un 30% se destinó a consumo nacional, con una media de 4,99 kg por habitante.
No existe una normativa europea de bienestar animal que aplique directamente a los pavos, por lo que se trata de una de las especies más desprotegidas, cuyas necesidades inherentes no son tenidas en cuenta durante la explotación.
Con el lanzamiento de esta investigación y de las duras imágenes que contiene, desde AnimaNaturalis hacemos un llamamiento al consumidor para que considere reducir o prescindir totalmente del consumo de animales durante las fiestas.
El trabajo de organizaciones, activistas e investigadores es imprescindible para que el sufrimiento de millones de animales destinados a consumo no pase desapercibido y resuene entre la sociedad. Solo con el apoyo de personas como tú podremos seguir dando voz a los animales hasta conseguir el cambio sistémico que merecen.