Medinaceli, un pequeño rincón de Soria, vuelve a ser el epicentro de un oscuro espectáculo que despierta indignación y rechazo a nivel internacional. En este tranquilo pueblo de 721 habitantes, el Toro Jubilo se alza como un testamento a la crueldad humana, un recordatorio de que, en pleno siglo XXI, la barbarie aún puede hallar su espacio en la sociedad.
Cada año, el corral en la plaza de Medinaceli se convierte en el escenario de un macabro espectáculo basado en el sufrimiento animal. El Toro Jubilo es el único toro embolado con fuego que aún persiste en Castilla y León, resistiendo a la evolución de los estándares de bienestar animal que se han expandido en todo el mundo.
AnimaNaturalis y CAS International hemos documentado el evento la madrugada de este sábado y podemos confirmar un año más que el sufrimiento del animal ha sido innegable. Esta vez, hemos visto cómo el toro salía ya con dificultades del corral, con la cabeza torcida, probablemente a causa del peso de la estructura de madera sobre sus cuernos.
El momento de la embolada ha sido largo y angustioso para el toro, incluso más de lo habitual, ya que ha permanecido inmovilizado contra el pilón durante más de once minutos hasta que los participantes han logrado prenderle las astas.
Las entidades consideramos consideran que el animal utilizado este año en Medinaceli no se encontraba en condicones de participar en el festejo y que se ha hecho caso omiso de su evidente malestar, ya que se mostraba incapaz de sostener el peso sobre su cabeza y "caminaba dando tumbos y se ha tambaleado varias veces hasta caerse", asegura Aïda Gascón, directora de AnimaNaturalis en España.
Además del estrés y el agotamiento que se pueden apreciar en sus gestos, el toro ha tenido que soportar tirones en la cola y golpes constantes por parte de los aficionados, que trataban de forzarle a levantarse para continuar con su entretenimiento.
“Hay que recordar que el año pasado, el toro murió producto de la brutalidad del evento, cosa que evidencia la falta de bienestar animal y prevención de los organizadores”, señala Aïda Gascón. "Sin embargo, no hace falta que ocurra lo peor para que estas imágenes estremezcan a cualquiera, la normalidad de la tradición ya es tremendamente triste para los animales", agrega.
La legislación autonómica exige el sacrificio de todas las reses utilizadas en los espectáculos taurinos (artículo 23 del Decreto 14/1999, de 8 de febrero, por el que se aprueba el Reglamento de Espectáculos Taurinos Populares de la Comunidad de Castilla y León). Sin embargo, el artículo 5 de la Ordenanza Municipal establece una excepción en el Toro Jubilo , “siguiendo la costumbre secular, será indultado al finalizar el festejo”.
El sufrimiento de estos toros comienza cuando les embadurnan la cabeza con barro para reducir las quemaduras por las bolas de fuego. Posteriormente, les instalan artilugios de hierro en los extremos de sus cuernos y encienden bolas con líquido inflamable que convierten al toro en una antorcha viviente. En un desesperado intento por huir del fuego, el toro corre, pero es inútil; el sufrimiento puede prolongarse durante una hora o hasta que las bolas de fuego, llamadas "bolas de pez", se extingan.
A pesar de la ausencia de heridas visibles, este tipo de espectáculos infligen un intenso sufrimiento, tanto físico como emocional, a los toros. Los toros de lidia y otros bóvidos son animales que experimentan estrés, miedo y sufrimiento al ser separados de su grupo social, sometidos a ruidos y estímulos desconocidos, y manipulados de manera violenta. El transporte, el encierro, la restricción de movimientos y el hambre también contribuyen al estrés y al sufrimiento de estos animales.
"Podemos identificar cada detalle que genera sufrimiento a los animales en eventos de toros embolados como el de Medinaceli, pero a pesar de tener a la ciencia y el sentido común de nuestra parte, parece que la apetencia irreflexiva de divertirse con el dolor de un animal es lo que prima en nuestro país", expresa Gascón. "La tradición o costumbre no justifican la inmoralidad de disfrutar del sufrimiento ajeno, eso es intolerable desde cualquier punto de vista".
En los eventos como el de Medinaceli, los toros embolados sufren en tres dimensiones: la pérdida de visión y capacidad sensorial debido a la constante exposición al fuego, el miedo constante ante las llamas y los movimientos bruscos que perciben como señales de peligro, y el estrés, causado por el transporte, el ambiente ruidoso, la limitación de espacios, la inmovilización y el hostigamiento del público.
A nivel físico, los veterinarios han identificado dos formas principales de sufrimiento: la acidosis metabólica, causada por el esfuerzo físico extremo al que se someten los toros, y las lesiones musculares, derivadas de la inadecuación de los toros para realizar ejercicios extenuantes. En el Toro Jubilo, el sufrimiento es una realidad ineludible.
Medinaceli representa un conflicto moral que exige la atención de todos nosotros. La tradición no puede justificar el sufrimiento animal ni el estancamiento en prácticas arcaicas que van en contra de la evolución de nuestra comprensión sobre el bienestar animal.
Es hora de que reflexionemos sobre la crueldad que se esconde detrás de estas costumbres y exijamos un cambio hacia un mundo más compasivo y ético, en el que la tradición no sea una excusa para mantener el sufrimiento de animales inocentes.