Campanito se llamaba. Fue uno de los toros que se le obligó a participar en un concurso de recortadores en la aldea de Brihuega, en Guadalajara. Una localidad de poco más de dos mil habitantes, famosa por un encierro similar al que hizo tristemente famosa a Tordesillas.
El toro logró escapar de la plaza, rompiendo los portones principales con fuerza y pavor. Corrió por las calles tratando de encontrar la libertad, asustado y estremecido por los gritos de los vecinos. Miembros de la organización de los festejos lo persiguieron con sus coches, lo atropellaron a toda velocidad y lo acorralaron, con el fin de matarlo. Y así fue, casi al llegar a la calle Atienza.
Un testigo de lo sucedido dijo a la prensa: "Le dieron golpes hasta matarlo, y no es el primer año que lo hacen. Anteriormente esto era una salvajada: se compraban vehículos de cuarta mano expresamente para participar en los encierros y con eso se arreaba a los toros".
AnimaNaturalis y CAS Internacional presentarán una denuncia ante estos hechos lo antes posible. "Existe una ley, por muy imperfecta que sea, y la haremos cumplir hasta las últimas consecuencias", dice Aïda Gascón, directora de la organización en España.
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